La habitación es pequeña. El laboratorio apenas mide unos metros
cuadrados en los que acumula una tecnología puntera. En un lado de la
mesa se acumulan, en un montón ordenado de archivadores, las
verificaciones judiciales rutinarias. Los contratos falsificados y esos
autógrafos fiables que después resultaron no serlo. Junto a ellos, una
carpeta negra y grande. Parecida a la que cualquier estudiante de Bellas
Artes pasea por un campus. Dentro, la joya de la corona. Una obra de
arte que, dos años de trabajo después, José Pedro Venzal puede
certificar: las manos de Turner crearon ese cuadro.
Un rincón cuarteado del cuadro guardaba la pista inicial.
Debajo de una capa de humedad, empeorada por el mal estado de
conservación, se ocultaba una firma. A simple vista, uno puede apreciar poco más que lo que parece una r final. La 'r' característica de Turner.
Los microscopios, con cámaras que emiten en directo al ordenador,
fueron el primer paso en el laboratorio de José Pedro Venzal. La
pantalla devolvía una imagen aumentada de aquellos trazos. La idea del
autógrafo parecía cobrar fuerza. Su experiencia como perito caligráfico
era la herramienta necesaria para desvelar la incógnita sobre aquella
supuesta obra del paisajista inglés que había llegado a su despacho.
En el reverso le esperaba un nuevo mensaje. Mof#9 parecen citar una
combinación de letras y números encima de un largo subrayado. Una línea
que desveló el primer secreto del cuadro. "Atraviesa el doblez del lienzo, de lo cual se deduce que fue escrito antes de colocar la tela en el bastidor",
apunta José María Venzal. El significado parecía ser más complicado.
"En Inglaterra la almohadilla se utiliza como abreviatura de número, con
lo cual podríamos pensar que esta obra era la novena de una colección",
añade.
Aquellos dos bloques de texto diferentes pusieron en marcha la
búsqueda de lo que Venzal denomina "documentación indubidativa": textos
que Turner hubiera escrito de su puño y letra. La Tate Gallery se
convirtió en su objetivo. Por sus manos pasaron cartas, peticiones de
pintura e incluso cheques de banco. De ellos, extrajo los
"gestos tipo" de la escritura del pintor inglés. Sus T de final
anguloso, la J tumbada y convertida casi en una U, los 7 y los 9
inclinados. "Son elementos inconscientes en los que no repara un falsificador", asegura el investigador.
El Luminis Tr, un aparato de última generación capaz de radiar los
documentos con distintas fuentes de luz –desde la blanca a la
ultravioleta, pasando por el infrarrojos y las luces metaméricas–, fue
el siguiente paso. Sus focos son capaces de adentrarse en los trazos
como si de una radiografía se tratase. La pintura queda a un lado y
aparece la presión del puño. Una característica que tampoco puede imitar
un falsificador. "En el caso de esta firma era más complicado
porque estaba realizada con pincel y la definición no es siempre la que
el autor pretende", apunta Venzal.
Hace apenas cuatro años que el aparato se implantó en el mercado. Su
técnica, el análisis multriespectral por luminiscencia cromática, es tan
certero como complejo. Bajo su radiación, el ojo humano distingue la
firma de Turner. Como de la nada surgen dos iniciales en mitad del óleo
que parecen corresponderse con las del artista. "Era algo habitual en
él, lo denominan parte de su carácter juguetón", señala Venzal. El
investigador va más allá y descifra que fueron escritas antes de la
última capaz de barniz. Algo que, los aumentos del Luminis Tr devuelven
como un relieve en el lienzo.
"La virtud de este sistema es que hace visible al ojo humano lo que
oculta la pintura. Incluso los arrepentimientos sobre los que volvió a
pintar", afirma el mallorquín. Dos años de trabajo y más de cien folios
de informe han dado su fruto en un pequeño laboratorio de Camp Redó. "He
demostrado y puedo demostrar que tanto la firma, como el texto de las
iniciales y el reverso, son del puño y letra de Turner",
sentencia categórico. Pero en realidad, José Pedro sabe que para las
casas de subastas y el mundo del arte la ciencia no es suficiente.
"Siempre ha pesado más un nombre reputado", añade. Por eso, lanza un
órdago a quien quiera recogerlo. Su sistema es tan fiable que daría
siempre el mismo dictamen. ¿Alguien dispuesto a repetirlo?. (FUENTE: EL MUNDO).
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