
El plan se puso en marcha hace seis años y ya son 21 los
centros de la villa que han integrado los talleres en sus actividades
académicas. Se trata de cursos de cuatro horas en los que el objetivo
primordial es «reflexionar y romper mitos». Lo primero que hacen es
eliminar barreras, despejar la clase y sentarse todos en círculo, «para
que todos se sientan iguales y se vean las caras». A partir de ahí, la
actividad consiste en cuestionarse los modelos imperantes más que en
aprender un nuevo modelo de conducta.
«No existe un patrón único y cada persona tiene que tener
libertad para elegir entre las opciones saludables», explican Igor y
Ane, el monitor y la educadora que imparten los talleres. Tildan su
labor como una «deconstrucción de conductas adquiridas». ¿Qué es normal?
¿Por qué se considera normal?, son preguntas frecuentes en estas
sesiones. «Mitos como el de la media naranja, que los celos son un
síntoma de amor o que la dedicación plena a la pareja no son saludables
emocionalmente», sostienen los educadores.
«Una pequeña broma»
«Uno de los prejuicios a los que nos enfrentamos es que
muchos jóvenes creen que las mujeres que se dejan maltratar son tontas o
débiles - explica Ane- y tenemos que hacerles entender que son personas
que están sufriendo unas circunstancias y condicionantes determinados».
Por eso, este tipo de talleres resulta más eficaz con los jóvenes que
las campañas de sensibilización que ven por la tele.
«Las mujeres que aparecen suelen ser mayores, casadas,
amas de casa, y es difícil que nos sintamos reflejadas en ese perfil»,
explican Garazi e Itziar, dos alumnas de 2º de Bachillerato del
instituto Botika Zahar, donde se imparten estos talleres desde la
primera edición. Ellas saben que la violencia tiene muchas formas y a
veces una pequeña broma, un chiste o un comentario en medio de clase
pueden hacer tanto daño como una bofetada. En los últimos años las redes
sociales se han convertido además en un «peligroso» instrumento que
ampara muchos casos de violencia o 'bullying', y el reto es integrar
estos nuevos factores en el desarrollo de los talleres.
Roles diferenciados
La dinámica de las sesiones es fundamentalmente
participativa. A veces, alguien cuenta experiencias personales, la
mayoría prefiere examinar casos que conocen «por un amigo» y, con un
poco de suerte, uno se atreve a compartir sus reflexiones con sus
compañeros. «Una vez, al final de la clase un chico levantó la mano y
nos dijo que, por lo que habían hablado en clase, creía que no estaba
actuando bien con su pareja», recuerda Igor.
Pero el curso no se limita a evaluar el comportamiento en
pareja, sino que aborda todo tipo de relaciones personales. En ese
sentido, los responsables de la iniciativa observan que «las chicas
están más abiertas a romper con la feminidad impuesta que los chicos con
el modelo de masculinidad». Por ejemplo, «a estas edades los chicos
tienen una relación muy basada en las bromas, en la agresividad, y hay
que enseñarles que mostrar algo de afecto es positivo», explica Ane.
Los métodos para lograr que los jóvenes interioricen la
igualdad son muy diversos, pero el objetivo está claro: atajar de raíz
un problema que se inicia en la infancia, cuando desde los cuentos «que
imponen roles diferenciados a las mujeres» hasta los libros de texto,
«plagados de patrones machistas», ayudan a forjar la idea de que uno de
los dos sexos tiene el control. (FUENTE: ELCORREO.com).
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