lunes, 17 de junio de 2013

En las turberas de Dinamarca han aparecido durante siglos cadáveres momificados.



"Tengo el placer de enviarles el tradicional cadáver anual de Borremose". Esta frase, que fuera de contexto resulta bastante inquietante, formaba parte de una carta de cortesía escrita por Vestargaard Nielsen, ilustre director del Museo de Vesthimherland (Dinamarca). Firmada el 23 de julio de 1948, la misiva completaba el envío al Museo Nacional de Copenhague del cuerpo momificado naturalmente de una mujer de la Edad del Hierro encontrado en la turbera de Borremose, un lugar en el que, como se deduce del texto, este tipo de hallazgos se daban con cierta frecuencia.
"Durante siglos se ha extraído turba de los tremedales daneses como combustible para los hogares, para proteger del frío invernal y preparar la comida. Y, durante todo ese tiempo, personas bien conservadas y de color oscuro han aparecido inesperadamente entre las capas de la turba, para sorpresa, susto o asombro de los excavadores", escribe el arqueólogo danés Peter Vilhelm Glob (1911-1985) en 'La gente de la ciénaga', su estudio fundamental consagrado a estos cadáveres, publicado en 1965 y editado por primera vez en castellano en 2012 (ed. Marbot), en una versión que incluye datos actualizados de los hallazgos. En el abultado currículo de Glob, que fue director del Museo Nacional danés así como director general de Museos y Antigüedades del país, destacaban los estudios de dos de los más 'famosos' de estos cuerpos, el Hombre de Tollund y el Hombre de Grauballe, que le convirtieron en la autoridad de referencia en la cuestión de 'las momias de los pantanos', decenas de cuerpos que durante la Edad del Hierro (aunque los hay anteriores y posteriores) fueron depositados en las ciénagas del norte de Europa y se conservaron gracias a las peculiares propiedades químicas de la turba.
Los de estas momias naturales no eran enterramientos comunes, y de hecho diferían de los ritos funerarios 'normales' de su época. Estos hombres y mujeres fueron sacrificados o ejecutados antes de ser depositados en las ciénagas. ¿Por qué? Glop consagró buena parte de su carrera a intentar responder a esta pregunta. Sus respuestas todavía son objeto de debate.
La gente de la ciénaga
P.V. Glob en una turbera danesa
"P.V. Glob fue uno de los primeros arqueólogos daneses en acudir al escenario cuando fue descubierto el Hombre de Tollund, esta experiencia le afectó profundamente", explica Heather Pringle en 'El enigma de las momias' (ed. Grijalbo). El cadáver de Tollund fue hallado el 6 de mayo de 1950 por dos cortadores de turba. Estaba en tan buen estado que los descubridores avisaron a la policía local de Silkeborg porque temieron que se tratara de la víctima de un crimen reciente. Como la aparición de cuerpos prehistóricos en las ciénagas era un fenómeno relativamente frecuente, también se dio aviso al museo local, desde donde a su vez llamaron a Glob, que estaba dando clase en la Universidad de Arhus.
Todo sucedió muy rápido y en unas horas el arqueólogo estaba examinando el muerto 'in situ'. Esto era novedoso, porque lo normal hasta entonces era que estos cuerpos fueran pasando de unos a otros, con el consiguiente deterioro, hasta que alguien decidía llevarlos al museo más cercano o sepultarlos de nuevo. Glob decidió llevarse el muerto sin desenterrarlo, envuelto en la turba cortada en un gran bloque encerrado a su vez en un cajón. Todo ello pesaba una tonelada. Trasladarlo al museo no fue fácil y uno de los operarios falleció de un infarto causado por el esfuerzo. Esta muerte afectó mucho a Glob, Que "vio en ello algún tipo de justicia poética", según Pringle. "La turbera -escribe el arqueólogo danés en 'La gente de la ciénaga'- exigía vida por vida, un nuevo ser humano a cambio del hombre de la Antigüedad".
Una muerte violenta
El Hombre de Tollund estaba desnudo. Solo llevaba un gorro de cuero y un cinturón. En palabras de Glob, "yacía como si durmiera sobre el húmedo lecho, con la cabeza echada un poco hacia delante, los brazos y las piernas doblados, descansando sobre un costado. El rostro tenía una expresión dulce: ojos entrecerrados, labios suavemente unidos como en una silenciosa plegaria". Pero el final de este hombre no había tenido nada de dulce: lo asfixiaron con una cuerda que todavía conservaba enlazada alrededor del cuello. Lo que distingue al Hombre de Tollund de sus iguales descubiertos antes es que fue el primero en ser objeto de un estudio científico en toda regla y de una autopsia. Su estado de conservación era excepcional. Llevaba el pelo corto (4-5 centímetros) y se había -o lo habían- afeitado. Se conservaban las marcas de la soga en el cuello. "Aunque las vértebras cervicales no parecían dañadas, los forenses y los médicos que participaron en la investigación compartían la opinión de que no había sido estrangulado, sino colgado", detalla Glob. Los órganos internos estaban bien conservados, así como los canales digestivos, "extraídos por el Dr. Hans Helbaek a fin de determinar cuál fue la última comida del muerto". El resultado de este estudio fue algo desconcertante. Horas antes de ser asesinado, el Hombre de Tollund había comido una especie de papilla o puré compuesto de "plantas muy desmenuzadas y trozos de frutas y semillas", entre ellos "cebada, linaza, camelina y acederilla, combinadas con muchas malas hierbas que debían crecer en los campos cultivados".
La gente de la ciénaga
El hombre de Tollund, con la soga con la que fue ahorcado
Dos años después, el 26 de abril de 1952, una cuadrilla dedicada a la extracción de la turba encontró otro de estos cadáveres en buen estado en Grauballe, unos veinte kilómetros al este de Tollund. "Se podía ver de inmediato que estaba tumbado en una fosa excavada en una capa de turba muy antigua". Estaba desnudo y, como el de Tollund, este hombre también había tenido una muerte violenta: "En la garganta se veía un largo corte que iba de oreja a oreja, tan profundo que el esófago estaba completamente seccionado. Esta herida fue realizada probablemente por otra persona, mediante varios cortes; la dirección y el aspecto del tajo hacen imposible que pueda tratarse de un suicidio o que se produjera después de la muerte". La desnudez del cuerpo era un problema para los arqueólogos: el cadáver no estaba acompañado por ningún objeto que facilitara su datación.
El estado de conservación del cadáver de Grauballe era excepcional, hasta el punto de que todavía tenía los globos oculares y se le pudieron tomar las huellas dactilares de pies y manos. De haberse tratado de un difunto contemporáneo, habría sido identificado sin ningún problema por la Policía. El color del pelo, de unos 15 centímetros de longitud, era castaño rojizo, aunque es probable que hubiera sido alterado por la turbera. Se había -o le habían- cortado las uñas de pies y manos.
La gente de la ciénaga
La mano derecha del Hombre de Grauballe, con las uñas cortadas
La última comida
El estudio del aparato digestivo también determinó que había ingerido una última comida vegetariana, aunque sus dientes y huesos indicaban que esa no había sido su dieta habitual. La 'papilla' estaba hecha de una mezcla de semillas más elaborada incluso a la del Hombre de Tollund, un total de 66 especies distintas. Eso sí, entre ellas no había "rastro de frutos de verano o de otoño". Esta característica es común en las 'últimas comidas' conservadas en estos cadáveres. Por ello hay motivo para suponer que se les mataba "durante el invierno o a principios de primavera, antes de que todo se volviese verde" y que probablemente tenían algún sentido ritual.
Además de las polémicas científicas, el Hombre de Grauballe también dio lugar a una controversia mediática bastante chusca y cuya principal víctima, además del muerto en cuestión, fue el propio Glob. El cadáver conservaba tan bien sus rasgos que aparecieron personas que afirmaron que era reciente y sabían de quién se trataba. Una anciana de la comarca aseguró a la prensa que el muerto era Kristian 'el pelirrojo', un trabajador de la turbera y cliente asiduo de la taberna del pueblo de Svostrup, de la que había salido años atrás con una curda memorable y del que nunca más se supo. Aparecieron otros señores muy mayores que apoyaron la teoría de que la momia era Kristian, "que en plena borrachera debió de hundirse en la ciénaga, ahogarse y desaparecer 70 años atrás", recuerda Glob sin ocultar su perplejidad.
La gente de la ciénaga
P.V. Glob con los trabajadores de la turba de Grauballe
La prensa empezó a publicar reconstrucciones detalladísimas de las últimas andanzas del borrachín Kristian, mientras los científicos aseguraban que la momia era antigua de veras. Los periódicos acabaron publicando poemas satíricos que incluían versos hirientes como "Hasta Glob algún día se habrá enterado / de que en las turberas hay gato encerrado". Afortunadamente el radiocarbono acudió en ayuda del desconcertadísimo arqueólogo, que pudo leer al fin titulares como "Kristian 'el pelirrojo', destruido por los átomos. Los isótopos radiactivos han confirmado que el hombre de Grauballe tiene 1.650 años". El radiocarbono acabaría situando al Hombre de Grauballe mucho más atrás en el tiempo, en algún momento en torno a 300 aC (y al de Tollund en torno a 400 aC).
El Hombre de Grauballe era antiguo. Tanto como el de Tollund y como los otros muchos que aparecían en las turberas de Dinamarca desde hacía siglos. Los primeros descubrimientos documentados en dicho país (hay casos anteriores en Irlanda y Alemania) se dan en la segunda mitad del siglo XVIII. Un hallazgo realizado en un "tremedal de la isla de Fionia hace 200 años fue objeto de una nota publicada en un periódico local de Odense el viernes 18 de junio de 1773, enviada por Hans Christian Fogh, juez de primera instancia del partido judicial de Ravnholt", detalla Glob. La noticia tenía como fin "obtener si era posible alguna información sobre un cadáver de la turbera". El juez observaba, comparando con otros cuerpos encontrados, que aquel cuerpo "debe de llevar allí muchos años". En 1797 apareció otro en la turbera de Undelev y los eruditos discutieron si se trataba de "un tártaro o un gitano, o incluso un antiguo cimbrio".
Enterrados y desenterrados
Normalmente estos cadáveres eran sepultados de nuevo en el cementerio del pueblo más cercano. Así que, cuando los estudiosos empezaron a interesarse por el asunto en el siglo XIX, algunos fueron exhumados para su estudio. Es el caso del cuerpo de una mujer hallado en 1843 cerca de Corselitze y que, según Glob, "destaca por ser el único de los hallazgos de las turberas que incluía joyas, un alfiler de bronce y siete perlas de vidrio", objetos que permitieron datar el cadáver hacia 300 de nuestra Era. El príncipe heredero del trono danés, Federico (Federico VII tras su coronación en 1848), gran aficionado a las antigüedades y entusiasta excavador de túmulos, se encargó de exhumarlo y de enviar los restos al Museo Nacional.
En el momento en el que Glob escribió su libro (comienzos de los años 60 del siglo pasado) en Dinamarca se habían encontrado 166 cuerpos de las turberas. "La mayoría de los que pueden datarse se sitúan en el periodo entre los años 100 aC y 500", especifica el arqueólogo, pero muchos de los que menciona han sido datados de nuevo en los últimos años con métodos más precisos, por lo que el arco cronológico se ha abierto por el extremo más antiguo y abarca de 400 aC a 500. Es la Edad del Hierro, que en Dinamarca se dividía convencionalmente en dos fases: la temprana o céltica y la romana, situándose la transición en torno al cambio de Era.
La gente de la ciénaga
Cadáver encontrado en la turbera de Nederfrederik en 1892
Durante todo ese tiempo, muchos hombres y mujeres, adultos y jóvenes, incluso niños, fueron depositados o arrojados a las ciénagas. Salvo alguna excepción notable, los ajuares son mínimos: un gorro, un cinturón, una esclavina de cuero... Todos tienen algo en común: fueron víctimas de una muerte violenta y los depositaron en estos tremedales de forma muy diferente a los ritos funerarios normales de sus contemporáneos: incineración, con los restos enterrados en una urna o envueltos en una tela, en la Edad del Hierro temprana; inhumaciones en tumbas con ajuares completos en la romana. Algunos de los cuerpos de las turberas estaban fijados al suelo con estacas en forma de gancho. Inmovilizados, lo que no deja de ser asombroso tratándose de cadáveres. ¿Por qué fueron depositados así?
Se han barajado tres explicaciones básicas. Una, basada en el folclore histórico, sugiere que eran muertos considerados 'malos' o 'malditos' que debían ser apartados del resto e inmovilizados para impedir su regreso de ultratumba. La segunda, basada sobre todo en la 'Germania' del historiador y político romano Cornelio Tácito (h. 55-117), apunta que se trataba de criminales o proscritos ejecutados. “Las penas se dan conforme a los delitos. A los traidores y a los que se pasan al enemigo ahorcan de un árbol, y a los cobardes e inútiles para la guerra y a los infames que usan mal de su cuerpo ahogan en una laguna cenagosa, echándoles encima un zarzo de mimbres”, escribió Tácito, un autor que se basó en relatos orales y fuentes secundarias para describir las costumbres de los pueblos al este y al norte del Rin. La tercera explicación, también apoyada en los escritos de Tácito, es la que defiende Glob: los cadáveres de los pantanos fueron víctimas de sacrificios rituales propiciatorios.
La gente de la ciénaga
Vista aérea del poblado de la Edad de Hierro de Borremose
Ofrendas de los pantanos
"Resulta patente que la deposición de estos cuerpos no guarda relación alguna con las costumbres funerarias normales, sino que en muchos de sus rasgos coincide con otros hallazgos de ofrendas realizadas en turberas", afirma el arqueólogo. "En las turberas también encontramos ropas y trenzas de mujer, carros y arados, objetos todos ellos depositados por campesinos o nobles según su calidad. Más importantes aún para la comprensión de la gente de las turberas son las imágenes de los dioses de la época", que aparecen también en estas ciénagas.
Tácito dice que "en una época fija se reúnen a través de embajadas las tribus de igual denominación y de la misma sangre en una selva consagrada por los augurios de los antepasados y por un miedo arraigado, e, inmolando oficialmente a un hombre, celebran los horribles preámbulos de su bárbaro rito". Para Glob, esta cita lleva a pensar sobre todo "en el Hombre de Grauballe, que yacía degollado, señal de un sacrificio realizado para que la sangre de la víctima manara hacia la divinidad a la que se quería honrar".
Por supuesto, se ignora con qué criterios se escogía a la víctima, aunque Glob sugiere que en varios casos se puede demostrar que eran elegidos entre personas de cierta relevancia social: las cuidadas manos del Hombre de Grauballe indican que no había trabajado con ellas. Es llamativo en una sociedad compuesta fundamentalmente por agricultores y pescadores que vivían en aldeas rodeadas por empalizadas (como la de Borremose, junto a la turbera en la que apareció el "tradicional cadáver anual" de Nielsen), a veces auténticas fortificaciones, pero en la que existía una clase noble guerrera que ha dejado magníficos enterramientos con ricos ajuares. (FUENTE: EL CORREO).

miércoles, 12 de junio de 2013

Los intentos de fraude a las aseguradoras crecen un 12%.

No una ni dos, sino doce pólizas distintas con diferentes aseguradoras tenía contratadas unhombre con la intención de obtener el máximo número posible de indemnizaciones por la amputación de un dedo sufrida años atrás y por la que ya le habían pagado, aunque fue descubierto a tiempo.
Este es solo uno de los muchos intentos de fraude destapados el año pasado en el Estado español gracias al esfuerzo de las aseguradoras, que lograron ahorrarse el pago de algo más de 411 millones de euros, según el informe anual de fraude de Investigación Cooperativa entre Entidades Aseguradoras y Fondos de Pensiones (ICEA).
En 2012 se produjeron en total 146.792 tentativas de engañar a las compañías de seguros, casi el 12% más que un año antes, de las cuales se destaparon el 73%, por encima del 70% descubiertas en 2011, según el citado informe. No obstante, la investigación de los fraudes permitió que sólo se abonaran 151,9 millones de euros que, según el estudio, "era la cantidad real a la que los clientes tenían derecho".
La mayor parte de estos intentos se produjeron en el ramo de automóviles, con 107.790 casos, mientras que en multirriesgos se intentó en 33.364 ocasiones y en vida, accidentes y salud, en 5.167 ocasiones. El informe de ICEA también pone de manifiesto que en 2012 se produjo un notable incremento de los intentos de fraude de baja cuantía, de hasta 500 euros, que crecieron el 20%, "lo que es compatible, pero no justificado, con el actual escenario de crisis", señala.
Las aseguradoras, en previsión de este aumento de fraude, habían incrementado en torno al 18% la inversión en detección y prevención respecto a los años precedentes, hasta alcanzar los 9,5 millones de euros, lo que significa, según ICEA, que por cada euro invertido en investigación se evitó el pago de 43 euros.
Asimismo, internet y las redes sociales se consolidaron el año pasado como herramientas muy útiles para las aseguradoras a la hora de detectar engaños, debido a la afición de los usuarios de estas redes por documentar constantemente con fotos y vídeos cualquier acontecimiento de su vida.
de la silla a la boda Así ocurrió, por ejemplo, en el caso de una mujer que decía estar incapacitada para trabajar, y de hecho se movía en silla de ruedas, y que tuvo la ocurrencia de colgar en su página de Facebook un vídeo en el que se la podía ver bailando animada en la celebración de su boda.
Otro caso destacado fue el de un deportista con una supuesta lesión invalidante, que al parecer no era impedimento para participar en eventos deportivos, que después no dudaba en mostrar en la red. Estos y otros casos curiosos han merecido alguno de los premios del concurso anual que organiza ICEA, en las modalidades de automóviles, multirriesgos y personales.
El primer premio de autos se lo llevó Pelayo por descubrir una trama organizada que forzaba accidentes entre automóviles y motos, en los que, curiosamente, resultaban heridos los cinco ocupantes del coche, quienes después falsificaban los partes de accidente. En seguros diversos, el primer premio lo consiguió CESCE por destapar otra trama, especializada en el timo del nazareno, con el que causaron un perjuicio de un millón de euros.
En seguros personales, la triunfadora fue FIATC, que frustró todo un "negocio" familiar, al descubrir que diez parientes habían reclamado indemnizaciones por lesiones muy similares, con informes hospitalarios falsos. (FUENTE: DEIA).

martes, 11 de junio de 2013

Hallan en el cerebro un enlace entre varias células que define la conducta de las personas.

Decisiones cotidianas como seguir viendo la tele o levantarse a preparase algo de comer, se apoyan en una región del cerebro llamada la corteza cingulada anterior (ACC, en sus siglas en inglés), que forma parte de la corteza prefrontal.

Los neurocientíficos del Cold Spring Harbor Laboratory (CSHL, en sus siglas en inglés), en Nueva York (Estados Unidos), han identificado elementos clave de este circuito que contribuyen a este tipo de decisiones en la ACC, según publica Nature. El profesor Adam Kepecs, de CSHL, y su equipo son los pimeros en vincular los tipos específicos de células cerebrales a un patrón de comportamiento alimentario determinado en ratones. El documento muestra que la actividad de dos tipos diferentes de neuronas inhibitorias, conocidas como somatostatina (SOM) y neuronas parvalbúminas (PV), tiene una fuerte correlación con el inicio y el final de un periodo de comportamiento de alimentación.
La vinculación de tipos neuronales específicos de comportamientos bien definidos ha demostrado ser extremadamente difícil. "Hay una gran brecha en nuestro conocimiento entre nuestra comprensión de tipos de neuronas en función de su ubicación física y su lugar en cualquier circuito neural y lo que realmente hacen estas neuronas durante el comportamiento", explica Kepecs. Parte del problema es el desafío técnico de hacer estos estudios en ratones y la clave es un modelo de ratón desarrollado en el laboratorio de CSHL por profesor Z. Josh Huang. Este roedor tiene una modificación genética que permite a los investigadores dirigirse a una población específica de neuronas con alguna proteína de interés.

El grupo de Kepecs, dirigido por los investigadores postdoctorales Duda Kvitsiani y Sachin Ranade, utiliza este ratón para marcar tipos específicos de neuronas en el ACC con una proteína activada por la luz, una técnica conocida como etiquetado optogenético. Cada vez que la luz brilló en los cerebros de los ratones, sólo el PV etiquetado y las neuronas SOM respondieron rápidamente con un pico en su actividad, lo que permitió a los científicos determinarlos a partir de la gran diversidad de la respuesta celular vista en cualquier determinado momento. 
El equipo registró la actividad neuronal en el ACC de estos ratones mientras participaban en el comportamiento de alimentación y descubrieron que el PV y las neuronas inhibidoras SOM respondieron en la época de las decisiones de alimentación, es decir, si quedarse donde estaban y beber o ir y explorar otros lugares. En concreto, cuando los ratones entraron en un área donde podrían encontrar una recompensa de agua, las neuronas inhibitorias SOM se cerraron y entraron en un periodo de actividad de bajo nivel, lo que abre una "puerta" para que la información fluya a ACC. Cuando los ratones decidieron abandonar la zona y buscar en otra parte, las neuronas inhibitorias PV se encendieron y restablecieron bruscamente la actividad celular.
"El cerebro es complejo y continuamente activo, así que tiene sentido que estos dos tipos de interneuronas inhibitorias definan los límites de un comportamiento como la alimentación, abriendo y cerrando la puerta dentro de un circuito neuronal particular a través de los cambios en su actividad", afirma Kepecs. Este es un avance importante, frente a un problema en la neurociencia conductual que los científicos llaman "el zoológico de respuesta cortical". Cuando los expertos registran la actividad neuronal en la corteza en el comportamiento y no saben desde qué tipo de neuronas se está registrando, se observa una desconcertante variedad de respuestas que llevan a la interpretación.
Así, este hallazgo es relevante por los tipos específicos de neuronas corticales que pueden estar vinculados a los aspectos específicos de comportamiento. (FUENTE: 20 MINUTOS).

viernes, 7 de junio de 2013

Salvador Ortega, inspector de policía: «'El Arropiero' disfrutaba matando».

El 19 de enero de 1971, los inspectores de la Brigada Criminal de El Puerto (Cádiz) aparcaron el 'Renault 8' a unos 200 metros de la barriada de El Pilar. Llovía a mares. El pago Rioja, un descampado sucio con cuatro eucaliptos enfermos y una escombrera, se había convertido en un barrizal. Cuando el conductor apagó el motor, Manuel Delgado Villegas, posteriormente conocido como ‘El Arropiero’, se llevó las manos a la cabeza y preguntó: «¿Me vais a pegar?». «Tranquilo», le respondió uno de los agentes. Y luego: «Tú dinos dónde está el cuerpo». Manuel les señaló una maraña de retamas y basura. Antonia Rodríguez Relinque, de 38 años, desnuda y con una media atada al cuello, llevaba 72 horas sin vida. ‘El Arropiero’ confesó que había ido «a verla» tres noches consecutivas para violar su cadáver. Salvador Ortega, el responsable del caso, le preguntó al asesino: «Pero Manuel, ¿cómo has podido venir aquí para acostarte con una muerta?». 'El Arropiero' le respondió: «Así es mejor porque no habla».
En esa frase cabe toda la crueldad del mayor asesino en serie de la Historia de España. Antonia Rodríguez fue la última de sus 48 víctimas confesas. El policía que lo atrapó, Salvador Ortega, criminólogo, experto en deductiva y en técnicas forenses, ya está jubilado. A él le encargaron la titánica tarea de acompañar a 'El Arropiero' por toda España y parte de Europa. Durante tres años, en un periplo digno de la peor pesadilla, recorrió los escenarios de sus crímenes, intentando reconstruir la mecánica de los asesinatos. En cada parada, sintió crecer el asombro de encontrarse «frente a un especialista en matar gente, frente a un hombre que manejaba unos conceptos del bien y del mal completamente distintos a los nuestros. O sea, frente a un psicópata».
El proceso que condujo a la detención de 'El Arropiero' comenzó con una muerte supuestamente accidental. La Brigada Criminal de El Puerto, a la que pertenecía Ortega, investigaba la desaparición de Francisco Marín, un chaval retraído, con fama de homosexual, que llevaba días sin aparecer por casa. «Encontramos su cadáver flotando en el Guadalete», recuerda el inspector. «Yo pedí permiso para estar presente en la autopsia. El forense lo abrió, tocó aquí y allá, y concluyó que había muerto por asfixia. 'Asfixia por sumersión', dice. Yo no me lo creo. Le digo que aparenta tener cavidades rotas y entonces él admite, un poco avergonzado, que en realidad no es forense. Se trataba del médico de guardia de Marina. Antes las cosas eran así. De vez en cuando…».
– O sea, que no se ahogó.
– No. Le pedí permiso al juez para que la autopsia la hiciera un especialista. Cuando le abrió las cavidades superiores, buscando restos, y llegó a la tráquea, se encontró con un destrozo brutal.
– El golpe del Legionario.
– Así lo bautizó la prensa. Por lo visto 'El Arropiero' lo aprendió allí, en la Legión. Manuel era un tío muy fuerte. Les daba a sus víctimas un golpe seco, en la garganta, con el revés de la mano y se acabó. En esas estábamos, investigando la muerte de Francisco, cuando despareció la Toñi…
A Manuel le arrestaron porque estaba en el círculo de amistades de las dos víctimas, pero lo soltaron pronto. «Pensábamos que era medio subnormal. No parecía…», cuenta Ortega. Sin embargo, un policía municipal les avisó de que le habían visto «dándole guantazos» a la Toñi el mismo día de su desaparición. Volvieron a detenerlo. «Y después de presionarlo y de siete horas largas de interrogatorio, lo soltó todo».
Ese «todo», al principio, fueron solo las muertes de Francisco Marín y Antonia Rodríguez. Pero Salvador y el resto de la Brigada se fueron topando más tarde, interrogatorio tras interrogatorio, con un reguero de asesinatos sin resolver que había comenzado en 1963, hace ahora 50 años, cuando Manuel abandonó la Legión para vagabundear por España, y que en menos de ocho años había rozado el medio centenar de muertes. Cataluña, Madrid, Ibiza, Andalucía, Sur de Francia, Costa Azul, Italia…
– ¿Cómo le sacaron la confesión de sus 48 crímenes?
– Con mucho trabajo psicológico. No se le tocó ni un pelo. Me encargué personalmente de eso. No nos convenía. En seguida noté que Manuel no quería, bajo ningún concepto, parecer idiota. No aguantaba que lo llamaran tonto. Así que decidimos que tenía que sentirse importante. Y, en compensación, él comenzó a largar. Empezó a vanagloriarse de toda la gente a la que se había cargado. Adornaba las cosas, les ponía un lacito y papel celofán para que tú no vieras la clase de monstruo que era, pero en el fondo le gustaba presumir de sus asesinatos.
– ¿Fabulaba?
– Con el tiempo nos dimos cuenta de que teníamos que aprender a separar la realidad de la ficción. Él nos decía: «Aquí estuve con una chavala de 19 años, no veas qué cuerpo…». Y resultaba que era una anciana de 68 a la que había arrojado por un barranco y a la que después había violado con una fractura de fémur abierta…
Los jefes de Salvador apreciaron que la técnica del inspector, basada en espolear su vanidad de asesino, funcionaba. Así que le endosaron una maleta llena de sumarios abiertos y vía libre para llevarse a 'El Arropiero', envuelto en una atención mediática sin precedentes, a una macabra turné por los escenarios de sus crímenes.
Llorach, Tarragona: el 21 de enero del 64, Manuel aplastó el cráneo de un hombre que dormía en la playa para robarle la cartera y el reloj. Ibiza: en el verano del 67 asesinó y violó (en ese orden) a la estudiante francesa Margaret Helene Boudrie. Madrid: el 20 de julio del 68 le quebró el cuello al campesino Venancio Hernández Carrasco por negarse a darle un poco de comida. Barcelona: en 1969 estranguló al industrial catalán Ramón Estrada Saldrich para quitarle mil pesetas y una sortija. Mataró (Anastasia Borrella, de 68 años), Niza, París, Roma…. La lista se fue alargando hasta abrumar a los inspectores.
Para el expolicía, resulta imposible entender por qué cometió «esa colección de crímenes» si se intenta «solo desde nuestros supuestos mentales». «Simplemente, cuando sentía un estímulo violento, lo cumplía. Y le gustaba. Se lo pasaba fenomenal. Disfrutaba matando. Le producía placer. Por eso no concebía la idea de límite».
– ¿Y aún así, cómo es posible que alguien diagnosticado como deficiente mental mantuviera en jaque a los investigadores durante ocho años?
– 'El Arropiero' tartamudeaba, era disléxico y no tenía formación. Pero no era imbécil.
– Médicamente aparece catalogado como «un deficiente mental que rayaba en la oligofrenia».
– Sí, deficiente mental y oligofrénico… (En tono irónico) Oligofrénico… los cojones. (Largo silencio). Qué coño oligofrénico, si se montaba unas coartadas…
– Según su informe, en Ibiza, tras asesinar y violar a la estudiante francesa, lavó y cortó el cuerpo con una pequeña navaja para que la policía no reconociera el modus operandi que había seguido en otros crímenes…
– Y no solo eso. A veces tenía ideas magistrales.
– ¿Por ejemplo?
– Por ejemplo: cuando asesinó a Estrada Saldrich, cruzó la frontera con Francia. Él sabía que Saldrich era un pez gordo… Sabía que la policía española se volcaría en el caso, así que se largó a París, se presentó en el consulado español e informó de que llevaba tres meses en el país, buscando trabajo. El embajador hizo constar oficialmente el dato en un informe que remitió a la policía francesa. Tres meses. Con lo cual, cuando nosotros intentamos cuadrar el asesinato de Saldrich con su recorrido por toda España, no encajaban las fechas. Nos despistó hasta que yo encontré un registro en un hospital: Manuel había vendido sangre para sacar dinero en Mataró. Eso lo situaba en la zona cuando ocurrió el crimen. A pesar de que finalmente no le saliera, fue una jugada maestra.
– En algunas de las fotos de entonces aparecen ustedes abrazados y hasta sonrientes. ¿Llegó a trabar con él algo parecido a una amistad?
– Una amistad entre comillas. Una amistad interesada. Había que establecer esos lazos para esclarecer los crímenes.
– Y él, ¿bajó la guardia?
– A veces, como cuando regresábamos de reconstruir el crimen de Garraf. Veníamos en el coche. Yo delante, charlando con el conductor; él detrás, con un policía a cada lado. En la radio estaban dando las noticias y el locutor dijo que habían detenido en México a un tipo con ochenta cadáveres enterrados en el jardín. Me dio dos golpecitos en la espalda. «¿Qué te pasa, Manuel?», le digo, con su aliento pegado a la nuca. Y él, tartamudeando: «Je-je-je..fe. Déjeme libre dos días. Suélteme usted dos días que yo vuelvo luego, se lo juro. Que-que-que no me escapo. Pero ese cabrón mejicano no mata más gente que yo…».
– ¿Nunca se puso violento?
– Se pillaba unos cabreos mortales. Había que temerle.
– ¿Recuerda alguno?
– En Ibiza un juez le regaló unas botas de cuero, unas de esas botas de caña que llegan casi a las rodillas. Y unos vaqueros. Lo llevaba todo puesto cuando lo metimos en una celda de la comisaría de Barcelona. Nos fuimos. Por lo visto Manuel le pidió un cigarro al guardia entrante. «¿Un cigarro? Un cigarro te voy a dar, hijo de puta. Asesino de mierda…». Claro, nos llamaron. Cuando llegamos Manuel estaba desnudo, incontrolable. Había destrozado los vaqueros y las botas. El trozo más pequeño que quedaba era del tamaño de una moneda de dos euros. Incluyendo la suela y el tacón. Y solo contaba con sus manos y con sus dientes.
–¿Cuándo fue la última vez que lo vio?
– Intenté verlo cuando estaba en el psiquiátrico de Fontcalent… Lo miré desde lejos. Había degenerado mucho. Me dije: ¿para qué, si no me va a conocer? Me dio pena y me fui.
– ¿Le afectó aquello?
– Claro. Nos afectó a todos.
– ¿Le afecta todavía?
– De vez en cuando me despierto nervioso. Sueño que está a mi lado. Otras veces creo que sigo con él por ahí, de viaje. Me pongo a darle vueltas al asunto y me pregunto por qué no nos dejaron terminar la investigación. Supongo que tuvo que ver con que se decretara su ingreso en un psiquiátrico. Pero me sigo preguntando de dónde vino la orden de que paráramos cuando llevábamos cerrados ocho casos y ya habíamos confirmado su participación en 22 crímenes. Y entonces es difícil que vuelva a coger el sueño. Han pasado más de 40 años y aquello todavía me desvela.(FUENTE: EL CORREO).