martes, 6 de diciembre de 2011

El accidente del Prestige (7 de 10): el Ministerio de Fomento.

El Ministerio de Fomento explica en una nota pública fechada el día 15 de enero (más de dos meses después del accidente) que “a las 18 horas del día 13 de noviembre”, el director general de la marina mercante, “ante la falta de colaboración del Prestige”, llama por teléfono al presidente de Remolcanosa, el señor José Silveira Cañizares, para recordarle “expresamente los compromisos adquiridos por su empresa”. Hay que leer varias veces esa nota oficial del día 15 de enero, redactada en la tranquilidad de los despachos ministeriales 63 días después de los hechos que cuenta, para intentar comprender alguna cosa. Veamos: a las 18 horas del día 13 de noviembre, según demuestran las pantallas de radar de la Torre de Finisterre, el Ría de Vigo se encontraba a unas 5 millas al Este de la posición del Prestige, y navegaba hacia su encuentro.
Hablar en esos momentos de falta de colaboración del Prestige resulta, además de una contradicción literal (quien no colaboraba, en todo caso, era la dotación del petrolero, o su capitán, no el conjunto de hierros malheridos que constituían en aquellos momentos el Prestige), una prueba de la estulticia de nuestras autoridades marítimas, que invita a pensar en todo tipo de irregularidades. El propio ministro Francisco Álvarez-Cascos anunció en su comparecencia en el Congreso de los Diputados, el día 10 de diciembre de 2002, que se había abierto un expediente a Remolcanosa por su incumplimiento contractual en la actuación del auxilio al B/T Prestige. De ese expediente nada más se ha vuelto a saber. Sin embargo, de forma sorprendente, sólo un día después de la comparecencia de Álvarez-Cascos en el Congreso de los Diputados, el Boletín Oficial del Estado publicó una resolución por la que se contratan para el año 2003 con Remolcanosa los servicios del Ría de Vigo para las tareas de salvamento público por 1.337.000 euros anuales.
No pudo haber falta de colaboración de los tripulantes del Prestige, que estaban siendo evacuados por aire, ni de los hombres que decidieron permanecer a bordo en espera de auxilio que evitara la catástrofe. ¿Por qué se dirige, a esa hora, el director general de la marina mercante al propietario de la empresa de remolcadores contratada? ¿Qué “compromisos adquiridos” le está recordando? O mucho más fácil, ¿por qué no habló con el capitán del buque para interesarse por su estado y transmitirle las instrucciones que considerara oportunas? La respuesta está en lo que aconteció en las siguientes horas.

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