La crisis está dejando descolgados a muchísimos jóvenes. En España,
800.000 ciudadanos entre 18 y 24 años ni estudia ni trabaja. Representan
uno de cada cinco, una de las cuotas más elevadas de la Unión Europea.
En los tres últimos años han empeorado las cifras de la llamada
generación
ni-ni. En 2008 suponían el 13,9% de los europeos de 18 a 24 años y en 2010 eran ya el 16,5%, según alerta un reciente estudio del
Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional (Cedefop). Y todo indica que los datos de 2011 van a ser todavía peores.
Hay grandes diferencias entre los distintos países de la UE. Y
España, con un paro juvenil cercano ya al 50%, está entre los que tienen
peores datos: son el 22,4% (en 2008 eran el 17%, y un año antes, el
13,8%). Con más de 800.000 jóvenes que ni estudian ni trabajan, unos
280.000 más que en 2007 (si se cruzan los porcentajes de la Encuesta
Europea de Fuerza del Trabajo de
Eurostat con los datos del padrón del INE), España ocupa el quinto puesto de la Unión en este preocupante
ranking.
Por delante están Letonia (22,5%), Irlanda (24,1%), Italia (24,2%) y
Bulgaria (27,8%). Donde menos hay es en Holanda (5,9%) y Luxemburgo
(6,9%). Este último está en el grupo de los únicos cuatro países que han
logrado reducir sus cifras durante la crisis, junto a Alemania Malta,
de forma levísima, Bélgica.
“Es difícil hacer generalizaciones para toda Europa, pero lo que
parece estar ocurriendo es que los jóvenes están siendo víctimas del
paro (esto ha sido peor en países como España), pues son los más fáciles
de despedir; y de los recortes de las ayudas sociales. En Reino Unido
se espera que bajen un 20% en los próximos tres años, además de lo que
ya se han reducido”, señala Neil Lee, economista del instituto de
investigación
The Work Foundation, de la Universidad de Lancaster.
El catedrático Psicología Social de la
Universidad de Valencia José María Peiró distingue dos grandes grupos de jóvenes bajo la etiqueta de
ni-ni
(ni estudian ni trabajan). Primero, los que lo son porque no les queda
más remedio: han fracasado en los estudios y no encuentran trabajo.
Segundo, los de tipo “sabático”, que se toman un tiempo antes de ponerse
a trabajar, al final o en medio de los estudios. “Lógicamente, estos
tienen salario de reserva, quizás por la familia”, añade.
Precisamente el apoyo familiar —más en los países del sur de Europa—,
junto con las ayudas sociales y el trabajo sumergido —el Ministerio de
Economía estimó a principios de 2011 que la economía sumergida en el 20%
del PIB español—, amortiguan el impacto social de una cifra como ese
22,4% de ni-nis.
Aventurar cuántos jóvenes pertenecen a cada situación es realmente
complicado, pues la encuesta europea simplemente señala a los jóvenes
parados o inactivos que no han estudiado, ni siquiera un cursillo de
inglés o de informática, en el último mes. Y en realidad las variantes
son infinitas: el que encuentra trabajo pero lo rechaza por las malas
condiciones del empleo o porque tiene que desplazarse; el que vuelve a
estudiar, pero se frustra y lo deja (en Madrid, se titula solo el 10% de
los matriculados en escuelas de adultos, según CC OO); el que decide
agotar el paro antes de ponerse otra vez manos a la obra; el que se
desanima tras mucho tiempo buscando empleo...
Sin embargo, parece claro que el primer grupo que señala Peiró, el de
los que no trabajan porque no pueden, y ni se les pasa por la cabeza
retomar los libros, crece en medio de la crisis. Sobre todo en un país
como España, que ha mantenido durante toda la década un porcentaje de
abandono escolar temprano cercano al 30%, aunque ahora haya bajado al
28%. Fue en 2008 cuando en España empezó a crecer mucho la cifra de ni-nis
y se disparó en 2009, precisamente cuando todos esos jóvenes
escasísimamente formados empezaron a engrosar masivamente las filas del
paro.
Es decir, que son precisamente los más vulnerables los que están
engordando la estadística, asume el catedrático de Economía de la Pompeu
Fabra José García-Montalvo. “Las tasas de paro que han crecido más
rápidamente son las de los jóvenes con menos formación; a diferencia de
otras crisis anteriores, mucho más rápido que las tasas de desempleo de
los universitarios”, señala.
Así, no hay trabajo, y el reenganche en el sistema educativo se hace
complicado, no solo porque a los jóvenes les pueda costar más o menos
tomar la decisión, sino “la escasa relevancia de los programas de
segunda oportunidad para mejorar la formación de los alumnos que
abandonan”, señala el profesor de Economía de la
Universidad de Vigo Alberto Vaquero.
Aparte de iniciativas puntuales, los recursos públicos para jóvenes
que dejaron los estudios sin el título más básico, el de ESO, se
concentran en las escuelas de adultos, que en muchos puntos del país se
están saturando. El alumnado ha crecido un 13% entre 2008 y 2011,
rondando el 50% de subida en Asturias, Baleares y La Rioja, y el 27% en
Navarra, Madrid, Cataluña y Comunidad Valenciana. Y eso que esas cifras
reflejan el crecimiento que esas escuelas están siendo capaces de
asumir, no la demanda real.
“Las mayores carencias [del sistema educativo] se encuentran en la
escasa oferta en la formación de adultos, especialmente relacionada con
ciclos formativos de FP y el limitado uso, por parte de las
Administraciones autonómicas, de la formación que facilite el acceso a
estos ciclos”, señalaba CCOO en un reciente estudio sobre cómo están
afectando los recortes presupuestarios a la educación. Además, la
Formación Profesional tampoco da abasto: unos 40.000 alumnos, según la
central, se quedan cada año sin la plaza en los estudios que habían
solicitado; algunos estudian otra cosa, donde encuentran sitio; muchos
otros, la mayoría, abandonan su intento de estudiar.
Pero no todo son recortes. Vaquero también asegura que España
presenta problemas de “falta de adecuación de la formación recibida a lo
que demandan las empresas” y “carencias formativas generalizadas”. “Es
necesario apostar por un mayor dominio de otras lenguas y por un
creciente uso de las tecnologías”, añade. (FUENTE: EL PAÍS).