Con los inmigrantes musulmanes también han aterrizado en España
doctrinas y sectas islamistas que están arrinconando a las
interpretaciones más moderadas de esta confesión. Las fuerzas de
seguridad y los expertos en integrismo religioso advierten del avance de
los seguidores más fanáticos de Mahoma y señalan que su implantación
está dificultando la integración social de estos extranjeros. En el peor
de los casos, alertan de que el avance del radicalismo puede suponer
incluso una amenaza para la seguridad nacional.
Un claro ejemplo
el conocido la semana pasada en Ceuta. Cuatro jóvenes españoles de
origen marroquí que asistían a la mezquita de Las Caracolas, una de las
más radicales de la ciudad autónoma por su inspiración salafista,
decidieron viajar a Siria para luchar junto a los rebeldes que se han
levantado contra Bachar Al Assad. Uno de ellos, Rachid Wahbi, taxista de 32 años, murió en un enfrentamiento con el Ejército sirio. Y otros musulmanes con DNI español podrían haber emprendido el mismo camino. Radicalismo religioso y violencia no van unidos pero la frontera que los separa es demasiado permeable.
No
hay cifras fiables sobre la adscripción de los dos millones de
musulmanes que viven en suelo español, pero si hay indicios
preocupantes. En una encuesta realizada por el Ministerio del Interior
en 2010 el 40% de los musulmanes rechazó la prohibición del niqab o el
burka (las dos prendas que más anulan el rostro de la mujer) en los
espacios públicos, un valioso indicador de radicalismo desde el punto de
vista policial. El sondeo también reveló que el número de musulmanes “muy practicantes” no ha dejado de crecer en el último lustro y que sólo el 40% de los entrevistados se mostró en contra de “la existencia de tribunales islámicos en países no musulmanes”.
El
Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) le ha dedicado
recientemente un análisis a estos movimientos en plena expansión en
España. “Persiguen que fines como la instauración de un califato
universal, la reclusión en su actividad puramente religiosa o una
moralidad ultraconservadora, circunstancias que hacen que la integración
en nuestra sociedad de los sus fieles sea más que dificultosa”, señala Óscar Pérez Ventura, analista en terrorismo yihadista y movimientos radicales islamistas y coautor del documento del IEE.
Entre
estos movimientos se encuentra Justicia y Caridad (traducido también
como Justicia y Espiritualidad), una corriente de origen marroquí pero
ilegalizada por Rabat, fuertemente implantada en la Comunidad Valenciana
y la Región de Murcia. En esta última autonomía, Justicia y Caridad se
ha alzado incluso como portavoz oficial de todos los musulmanes, tras
tomar el control de la Federación Islámica de la Región de Murcia
(FIRM), un hecho que les permite acceder a las subvenciones públicas. Nadia Yassine, hija del líder del movimiento, el jeque Abdeslam Yassine, ha realizado numerosas visitas a sus lugartenientes locales. Su interpretación del texto sagrado es sumamente conservadora.
Promulga la no violencia pero Justicia y Caridad se muestra contrario a
la integración de los musulmanes en la sociedad española. De hecho, en
Murcia, los imanes que predican en sus mezquitas han promovido la
creación de guetos en los que se aplica la ley islámica. Tampoco
reconocen la legitimidad de las autoridades políticas.
La
Yama'a Al-Tabligh es otra organización con serios planes de crecimiento
en España. Apareció en la india hace casi un siglo y es una especie de
orden contemplativa. Promulga la islamización de las vidas cotidianas de
sus adeptos. Javier Jordán, profesor de la Universidad de
Granada experto en terrorismo islamista y analista del Grupo de Estudios
en Seguridad Internacional (GESI), afirma que “era una organización muy
cerrada pero se han ido abriendo a la sociedad, organizando cursos y
seminarios y su discurso se ha vuelto más moderado. Tienen interés en
tener una buena relación con las autoridades y ahora ponen mucho empeño
en evitar los discursos más radicales”.
Con todo, los tabligh
están en el punto de mira de las Fuerzas de Seguridad porque, pese a
rechazar de la violencia, su adoctrinamiento en la visión más
conservadora del Islam ha sido utilizado anteriormente por otros grupos
para pescar entre sus seguidores potenciales yihadistas. De hecho,
implicados en la red de Abu Dahdah, líder de Al Qaeda en España, y en el
11-M habían profesado esta doctrina antes de dar el salto a la yihad.
Son reconocibles por sus barbas (de sólo unos dedos de longitud) y sus
túnicas blancas. Están muy bien organizados aunque por el momento renuncian a tomar el control de las organizaciones de representación de los fieles musulmanes. Están en Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana, Cataluña y Ceuta y Melilla.
La última gran corriente implantada en España son los Hermanos Musulmanes,
una organización fundada en Egipto y con presencia en casi todo el
mundo. La influyente Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE),
una de las dos asociaciones que se arroga la representación de los
musulmanes españoles, se mueve en su entorno. Tienen mezquitas en
Madrid, Valencia y Andalucía. Aunque se les considera moderados,
pregonan la instauración de la ley islámica y el rechazo a los líderes
occidentales. Varios de los imputados por el 11-M también habían pasado
por esta organización. El propio Abu Dahdah perteneció a ella.
Sin
embargo, lo que más preocupaa a las Fuerzas de Seguridad no es una
organización sino dos corrientes muy similares, salafismo y wahabismo,
dos concepciones extremadamente radicales del Islam que rechazan
cualquier tipo de relación con no musulmanes, exigen el cumplimiento
estricto del Corán e incluso arrinconan a los creyentes moderados. Pérez
Ventura incluye en este grupo a la doctrina, el Takfir Wal Hijra, que
justifica incluso la Guerra Santa. “Son movimientos que no dudan en utilizar la violencia y la retórica yihadista para la consecución de sus objetivos”,
advierte. Su objetivo prioritario en España es, por ahora, expandir su
base social, algo que ya están consiguiendo, especialmente en Cataluña,
gracias al patrocinio de Arabia Saudí, patria del wahabbismo.
Jordán puntualiza que, salvo excepciones, por suerte “no se trata tanto de un problema para la seguridad interior como para la integración de los inmigrantes,
en especial, los de segunda y tercera generación”. “A España le
conviene promover otro tipo de asociaciones con una visión de la
religión más abierta al diálogo con otras confesiones”, opina el
analista del Gesi. “La apertura que se ha producido en el seno del
movimiento Tabligh es un buen camino a seguir”.
La lista la
completan Hizb ut-Tahrir, con tentáculos en País Vasco y Cataluña, y la
secta Al Morabitum, instalada en el Albaicín granadino, ambas
fundamentadas en lecturas extremas del Corán, aunque hay otros
colectivos minoritarios, “como Sharia4Spain [una plataforma web que
defiende abiertamente la aplicación de la ley islámica en España], que
tienen un lenguaje ambiguo respecto al terrorismo y la yihad”, advierte Pérez Ventura. (FUENTE: EL CONFIDENCIAL).
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