Los nuevos y exhaustivos rastreos que arrancarán hoy en la finca de la familia Bretón tienen un claro objetivo.
«Si lo que pretendía era causar el mayor mal posible a su esposa en
despecho por la que consideraba humillante ruptura de la relación
matrimonial, es evidente que la solución que menos problemas podría
acarrearle era la de matar a sus dos hijos y hacerlos desaparecer;
contando como contaba de un amplio margen de tiempo para organizar un
pequeño habitáculo para dar cabida a lo que no eran sino dos pequeños
bultos con un peso no muy superior a los 30 kilos en total».
Es un crudo fragmento del último auto del juez Rodríguez
Lainz, que apuesta por la tesis de que José Bretón dedicó varias
jornadas en la parcela de Las Quemadillas a construir, presuntamente, un
zulo para ocultar los cuerpos de sus propios hijos -cuestión que sigue
negando por activa y pasiva el progenitor, detenido desde el 21 de
octubre-.
Todas las búsquedas en la parcela y sus alrededores han
ido encaminadas a hallar ese escondite, como admite el juez en su auto,
al igual que los fracasos obtenidos por la Policía de momento. La opción
de la finca y el habitáculo se impone al escaso margen de tiempo del
que gozó en su traslado a Las Quemadillas a mediodía del 8 de octubre o
en su posterior desplazamiento de allí al Parque Cruz Conde, razona el
togado en su escrito.
Descartan otro implicado
Descartado que hubiera intentado lograr una nueva
identidad para los pequeños, lo que sí parece perder enteros en sus
argumentos es la implicación de un tercero que se hiciese cargo de los
niños. El juez cree que dejar a merced de otra persona «posiblemente
durante años y años» a sus hijos e incluso «acudir a la complicada
solución de conseguirles una nueva identidad» hubiera generado una
«incómoda relación de dependencia y confianza ciega en su no delación».
La clave, pues, está ahora en los nuevos rastreos que
podrían deparar prospecciones y derribos de edificaciones incluso. Unos
ruidos similares a tirar escombros a las 14.30 horas del día de la
desaparición de los pequeños, las imprecisiones del georadar utilizado
por la Policía, la zona de tierra mojada hallada tras la casa grande,
las «reformas» de las que Ruth habló a su madre que Bretón estaba
haciendo o las fuertes dudas que existen aún sobre la permanencia en Las
Quemadillas en solitario del padre hasta en una docena de ocasiones se
agolpan como nuevos indicios o elementos determinantes.
El dispositivo autorizado por el juez en la nueva
búsqueda de Ruth y José empleará al menos a once operarios municipales,
cinco máquinas pesadas de desbroce, excavación y demolición,
contenedores y cualquier material que sea necesario para hallar una
pista fiable. Los rastreos comenzarán el lunes en jornadas de día y de
noche si fuera necesario. Todo ello con un cordón policial de seguridad
importante para evitar que se capten imágenes de Ruth Ortiz (la madre),
Estanislao Ortiz (tío de los pequeños) y del propio José Bretón (que
acudirá con su abogado), que estarán presentes en la inspección ocular.
Este examen servirá para levantar planos más precisos y
para que la madre y el tío de los niños detecten si desde la última vez
que estuvieron allí -Ruth infinidad de veces y Estanislao vivió casi un
año en la finca- aprecian modificaciones, por mínimas e inapreciables
que fueran, así como que verifiquen sus pertenencias, herramientas o
útiles significativos (los apuntes y ropa quemada, según Bretón, en la
hoguera). Antes se desbrozarán la parcela de la finca y otra contigua y
también propiedad de la familia paterna. (FUENTE: EL CORREO).
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