La desigualdad social y también la que sitúa al hombre y a la mujer en un plano diferente se remonta a hace 7.000 años,
casi en los inicios del Neolítico, el momento en el que la Humanidad se
asentó en el territorio para dedicarse al cultivo de la tierra. Así lo
confirman los esqueletos de más de 300 agricultores primitivos, que se han encontrado en Europa central.
Un equipo de investigadores británicos, de las universidades de
Bristol, Cardiff y Oxford, han demostrado, gracias a estos restos, que los que fueron enterrados con sus azadas tenían mejores tierras que los que no las tenían, que eran, precisamente, las hembras.
El trabajo, que se publica en la revista 'Proceedings of National
Academy of Science' (PNAS) esta semana, bajo la coordinación del
profesor Alex Bentley, se centraron el estudio de las piezas dentales de
300 individuos diferentes, encontrados en siete yacimientos diferentes
del centro del continente.
Para determinar su lugar de origen, los investigadores realizaron análisis de los isótopos de estroncio
que tenían. Fue así como determinaron que los varones con azadas de
piedra (que usaban para allanar y tallar la madera) tenían menos
variables en esos isótopos que los que no las tenían. Para Bentley esta
diferenciación sugiera que los primeros tenían acceso a tierras más
cercanas y mejores que los segundos.
"Los hombres enterrados con las herramientas parecen haberse alimentado de productos de zonas de sedimentos, más productivas, que eran las elegidas por los primeros agricultores", afirma el profesor de Bristol.
Mujeres inmigrantes del Neolítico
Los niveles de isótopos de estroncio revelaron, además, que las mujeres del Neolítico no habían nacido en las zonas donde se encontraron,
sino que habían llegado de fuera para encontrar pareja. En otras
palabras, no eran las propietarias de la tierra, y eso significa que ya
entonces existía un patriarcado, sistema centrado en el parentesco de
los varones y en el que las mujeres no heredan propiedades y se tienen
que mover para buscar quien alimente a sus criaturas.
Sería, pues, la primera semilla de una desigualdad entre ambos géneros y entre diferentes clases sociales que no existía antes y que aún rige en todo el planeta, con distintos grados.
"Nuestros resultados, junto con otros estudios arqueobotánicos,
indican que los primeros granjeros alemanes ya arrendaban la tierra y
que los orígenes de la diferenciación social quizás haya que buscarlos
en el Neolítico temprano", apunta Bentley. Habría sido entonces cuando
las tierras y el ganado comenzaron a pasar de una generación a otra en
Europa.
Luego, con la Edad de Bronce, la de Hierro y la desigualdad industrial, aumentó la prosperidad, pero también florecieron las semillas de esa desigualdad que ya había quedado sembrada en el Neolítico.
El origen de la monogamia
Pero la necesidad de las hembras de buscar al varón que mejor las proveyera de alimentos
es muy anterior a ese momento, y no había variado sustancialmente desde
la época en la que aún estaban en los inicios de la evolución de la
especie.
Otro estudio, también publicado en PNAS, y que se sirve de modelos con variables matemáticas, relaciona esta preferencia con la fidelidad a la hembra, algo que ya trató el arqueólogo Manuel Domínguez-Rodrigo en su libro 'El origen de la atracción sexual humana' (Akal).
En este caso el autor, Sergey Gavrilets, de la Universidad de
Tennessee, asegura que fue esa elección de los mejores abastecedores
como compañeros, la que acabó por sustituir la poligamia por la monogamia, hoy es el modelo más extendido.
Al establecerse relaciones estables y duraderos, también se redujo la competencia entre los machos para obtener favores de las hembras, como ocurre entre otros simios, y aumentó la implicación parental con las crías.
El estudio demuestra matemáticamente las hipótesis sobre la
transición a la monogamia no son factibles biológicamente si no tiene en
cuenta la capacidad de elección y la fidelidad de las hembras. Eran
ellas las que elegían con quien querían relaciones.
Como los machos peor situados tenían menos posibilidades de obtener
una hembra que los mejor situados dentro del grupo, el primero trató de 'comprar' los favores femeninos con alimentos,
lo cual, según Sergey Gavrilets, le daba resultado. "Y como las hembras
demostraban preferencia por esos 'aprovisionadores', al margen de su
posición, la competencia entre ellos se fue apagando", afirma.
"Una vez comenzó el proceso, la especie se fue adaptando a grupos de varones abastecedores y hembras fieles", argumenta.
Cientos de miles de años después, ellas acabaron dejando a sus
familias, en busca de mejores candidatos. Para entonces ya las habían
excluído de la posesión de la tierra. (FUENTE: EL MUNDO).
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