"Les llamaban 'Los Cuatreros' y también 'Los Dalton'». Todo
el mundo conoce a Teo Braceras y a su hermano Jose Ángel en Las
Merindades. Las peleas del mayor, que se cuentan por decenas, habían
traspasado las fronteras del Valle de Mena mucho antes de verse
implicado en la muerte del abogado de Mungia José Javier Ezquerra
Uriarte, Txetxu. Es un hombre fornido, de casi dos metros, con «unas
manos gigantescas» que llaman la atención y una leyenda negra tras de
sí. En los pueblos pequeños donde se movía, de menos de un centenar de
habitantes, esa fama lo inunda todo. Tiene problemas de movilidad en uno
de sus brazos y suele llevar una gruesa muñequera de cuero. Para unos,
se debe a una caída del caballo cuando cuidaba de su ganado; para otros,
son secuelas de una vieja pelea.
Doroteo Braceras perdió a su padre con 11 años y se puso a
trabajar a los 17 en una fábrica de Artziniega. Desde hace dos décadas,
es uno de los grandes ganaderos locales, con cientos de cabezas y
terrenos en muchas localidades del norte de Burgos. El contrato de su
última adquisición, una finca situada en Berrandúlez y valorada en medio
millón de euros, desembocó en la muerte violenta de Ezquerra, al que
conoció durante una de sus labores habituales. El letrado fallecido, que
cazaba en la zona de Cornejo, le pidió que le despiezara una ternera.
Braceras lo hizo con la habilidad de sus veinte años de experiencia y
trabaron amistad.
Los vecinos de Pedrosa de Valdeporres, donde pastaba
parte de su ganado - y adonde tuvo que regresar el miércoles para
localizar el cadáver del abogado- le definen como «un hombre bravo capaz
de perseguir durante horas, a caballo y por la nieve, a una yegua
extraviada». Tiene coraje y no paraba hasta conseguirlo. «La última vez
la cogió a lazo. Como no había dónde sujetarla, la dejó atada a un poste
en las vías del tren hasta que pudieron llegar con un remolque»,
recuerdan. «Entre las patadas del animal, que rompió un muro, y el
monumental jaleo, solo nos faltó que pasara el tren».
Teo está casado con María Ángeles, a la que conoció en
Quisicedo, un pequeño pueblo burgalés que queda de paso hacia sus
terrenos en Pedrosa. El ganadero se hizo cargo de la hija que ella tenía
de una relación anterior. Más tarde fueron padres de otras dos, que
ahora tienen 18 y 14 años. Era habitual que, cuando acudía a mover el
ganado en la comarca o a trabajar en 'la manga', se detuviera en casa de
sus suegros en Quisicedo. Pero su vida social, superadas las fiestas
adolescentes, no era muy llamativa. No le gustaban los bares.
Vacas y perros villanos
Su trabajo y su mundo eran los animales. Llegó a ser el
representante de la Asociación de Criadores de Raza Monchina en Castilla
y León, un tipo de vaca característico de las tierras que unen Burgos y
Cantabria. También criaba 'villanos de las Encartaciones', unos perros
resultado del cruce entre los 'alanos' de presa y los 'villanos' de tipo
pastor. Se suelen emplear para la recogida y traslado del ganado bovino
y tienen un fuerte temperamento. Muy habituados al monte, son capaces
de localizar las reses e incluso inmovilizarlas. Teo admiraba a aquellos
animales. El pasado julio colaboró con una federación canina para
difundir información sobre esa raza.
La parte oscura de su vida está vinculada a peleas que se
remontan casi hasta su niñez. Sin embargo, fue bien entrada la
treintena cuando protagonizó algunos de los episodios más sonados. Casi
siempre tenían su origen en disputas habituales entre ganaderos: los
límites de la finca, reses que pacen donde no deberían o la desaparición
de algún animal. Muchos vecinos, que siempre insisten en que no se
revele su nombre, denuncian «constantes amenazas» para quien dudara de
si el mojón que delimita el terreno había estado siempre ahí. «Tenían su
propia ley y aquí nadie les contradecía».
De mayor gravedad que las numerosas broncas fue su
encontronazo con el antiguo teniente de alcalde de Quintanilla de
Sotoscueva, al que le partió la mandíbula de un cabezazo. Por aquel
golpe, y los que le siguieron, el concejal pasó cinco días hospitalizado
en Cruces. Teo creyó que le había denunciado ante la Guardia Civil y le
golpeó sin mediar palabra al encontrárselo a la puerta del bar de las
piscinas de Ojo Guareña. La agresión acabó en un juicio y el ganadero
tuvo que indemnizarle con una importante cantidad de dinero. Su defensa
en esa ocasión, en un quiebro paradójico del destino, la llevó un
abogado de Mungia y conocido suyo: Txetxu Ezquerra.
Según el relato de los vecinos de Sotoscueva, también se
enfrentó a un hombre que le recriminaba que su ganado pastaba en sus
campos. «Estaban hablando y Teo tenía la cabeza agachada. De repente, le
dio un cabezazo que le rompió el tabique», relatan. Un vendedor de
pienso de Espinosa con el que contrajo una deuda también sufrió uno de
sus temibles 'prontos'. Aquellos episodios hicieron mella en la comarca y
son muchos los que reconocen que prefieren «llevarse bien» con él. El
temor a represalias forma parte del paisaje.
Teo siempre ha vivido en la localidad burgalesa de Arza,
un minúsculo municipio cercano a Villasana de Mena donde residen también
sus dos hermanos con sus familias: José Ángel, que participa como socio
en sus negocios ganaderos y que fue detenido también tras la
desaparición de Ezquerra, y Santi, ajeno a su empresa y que se unió a la
batida en busca del cadáver. Es un pueblo de un puñado de casas y tres
pertenecen a la misma familia. Solo su madre vive fuera de allí, en
Artziniega. Un lugar idílico de paisajes verdes y frondosos sumergido
estos días en un silencio hermético. Quizá sea la imagen que lejos de
allí, en la cárcel de Basauri, le venga estos días a la cabeza a Teo
Braceras, el hermano mayor de esos que llaman 'Los Cuatreros'. (FUENTE: EL CORREO).
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