Al contrario de lo que se suele pensar, los grandes conflictos
lingüísticos no es en las altas esferas donde se dan ni tienen forma de
intenso debate sociolingüístico. Lo más habitual es que se concentren en
breves instantes de la vida cotidiana y se resuelvan sin muchos
aspavientos.
Un ejemplo: hace unas semanas estaba yo entretenida en un
bazar chino de los más típicos cuando entró una mujer de unos 30 años y
se dirigió al dependiente en catalán: «Teniu espelmes d'aniversari?» El
hombre la miró sin parpadear esperando que le aclarara los conceptos
clave. Si la chica hubiera sido del barrio habría sabido que era más
conveniente dirigirse a la otra dependienta ya que, como todo el mundo
sabe, en los bazares chinos siempre hay un trabajador que te entiende
mejor que los demás. Pero no, cometió este primer error y después cayó
en lo que podríamos llamar una incongruencia ambiental: quería ejercer
su derecho como catalana a ser atendida en su lengua en cualquier
establecimiento de cualquier punto del territorio donde esta lengua es
reconocida como oficial, aunque era consciente de la situación
comunicativa del lugar, donde no solo no se usa el catalán sino que
apenas se oyen cuatro palabras de castellano. Pero había entrado
dispuesta a ganar la batalla y repitió la pregunta. El hombre siguió sin
reaccionar. Entonces la mujer optó por buscar una vía intermedia: «Teniu vel.les de cumpleanys?»
Lo pronunció así, geminando la ele en un acto de pura resistencia pero
contrariada, derrotada. Entonces sí, velas, dijo el hombre y se las fue a
buscar.
Lo más surrealista de la escena, y juro que fue exactamente como lo cuento, es que en la radio sonaba Jenifer de Els Catarres. Por si alguien no la conoce, es esa canción que habla de uno tan catalán que tenía sueños eróticos con Jordi Pujol y que va y se enamora de una choni de Castefa. (FUENTE: EL PERIÓDICO.COM).
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