Cinco meses -tres más de lo esperado- ha tardado China en
certificar oficialmente las causas que provocaron la colisión fatal
entre dos trenes bala el pasado 23 de julio en la provincia de Zhejiang.
En la tragedia murieron 40 personas, y el choque desató una ira social
sin precedentes. No en vano, el informe final resulta demoledor: al
impacto de varios rayos se sumaron fallos en el diseño de los
componentes de señalización, falta de experiencia técnica, errores en
unos procedimientos de emergencia ya de por sí inadecuados, y una
gestión general pésima.
Los relámpagos detuvieron el primer convoy e hicieron que
fallara el sensor, razón por la que el semáforo se mantuvo en verde y,
junto a la negligencia de los controladores, provocó que el segundo tren
lo embistiera por detrás, provocando la caída de varios vagones desde
30 metros de altura. Según el texto, el Ministerio de Ferrocarriles y el
buró de Shanghái «no administraron correctamente las tareas de rescate,
no publicaron información sobre lo sucedido a tiempo, ni respondieron a
las exigencias de transparencia de la opinión pública, lo cual creó una
mala imagen en la sociedad».
Y alguien tiene que pagar por todo ello. En total, 54
altos cargos han sido castigados por su responsabilidad en el suceso con
penas administrativas que no han sido detalladas, y se está
considerando la posibilidad de juzgarlos también por cargos criminales.
Pero, curiosamente, los tres principales culpables son dos hombres que
ya fueron destituidos de su cargo, por acusaciones de corrupción, meses
antes de que se produjera el accidente -el ex ministro de Ferrocarriles
Liu Zhijun y su viceministro-, y el antiguo director ejecutivo de la
empresa que fabricó los sistema de señalización, Ma Chengo, que ya está
muerto.
El Gobierno también ha detallado las compensaciones que
dará a los familiares de las víctimas: 114.000 euros por cada fallecido
chino -todavía no hay acuerdo para los tres muertos extranjeros-, y unos
937 millones de euros para los 172 heridos. Sin duda, se trata de sumas
mucho más generosas de lo habitual, que tratan de cerrar la gran
polémica suscitada por la opacidad con la que el régimen informó sobre
el accidente. No obstante, cunde ahora el escepticismo sobre la
seguridad del 'TAV chino', que, a raíz del accidente, redujo su
velocidad de crucero para evitar más tragedias. (FUENTE: EL CORREO).
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