Rafa tiene una cicatriz en la pierna. La señal de lo que fue un
agujero considerable. El que le dejó la dentadura de un perro. No iba a
por él, sino a por sus homólogos, a por sus mascotas, sus tres pastores
del Cáucaso. Para protegerlas él se puso en medio y se llevó el bocado.
No es la primera vez que le pasa, ya ha sufrido varios percances
parecidos. Y aún así, tanto él como su mujer, Marta, que es quien cuenta
la historia, nunca han cogido miedo y están convencidos que el problema
"es de los dueños. Los peligrosos son los humanos, no los animales".
Un vecino de Molina de Aragón (Guadalajara), de 78 años, está en
estado grave tras haber sido atacado por dos perros cuando regresaba a
su domicilio después de buscar setas. Es la última víctima del ataque de
un can, episodios que de cuando en cuando saltan a los telediarios y
las primeras páginas de los periódicos, precisamente, porque como
reconocen los etólogos, "no son frecuentes y, por eso, llaman la atención". De hecho, los datos hablan de 27 víctimas mortales por estos ataques en dos décadas.
La legislación española establece unos requisitos para tener perros considerados potencialmente peligrosos (PPP),
como la obligatoriedad de sacar una licencia –para la cual el dueño
debe presentar un certificado de sus condiciones físicas y
psicológicas-, y llevar a los animales atados y con bozal, entre otras
cosas. El problema, según los expertos, es la clasificación que hace de
razas peligrosas. ¿Por qué se demonizan unas y no otras?
Para el doctor Miguel Ibáñez Talegón, etólogo del Departamento de
Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, es importante dejar
claro que "no existen razas más agresivas que otras. Genéticamente no las hay.
Es un mito. La agresividad de un perro depende de su educación y de sus
relaciones sociales, pero no de la especie". En la misma línea se
expresa Imanol Garamendi, médico forense que ha realizado un estudio
sobre los ataques de los perros. "Es difícil legislar sobre esta
materia, pero resulta paradójico que algunas razas responsables de
agresiones mortales no estén recogidas".
En España, según el Real Decreto 287/2002, las razas potencialmente peligrosas son: Pit
Bull Terrier (en la foto); Staffordshire Bull Terrier; American StaffodshireTerrier;
Rottweiler; Dogo Argentino; Fila Brasileiro; Tosa Inu y Akita Inu.
También añade que deben considerarse dentro de esta categoría "los
canes con las siguientes características: fuerte musculatura, aspecto
poderoso, robusto, configuración atlética, agilidad, vigor y
resistencia. Pelo corto. Cabeza voluminosa, mandíbulas grandes y fuertes
[...]".
Pero para el doctor Ibáñez, "en la lista deberían estar ésas y todas
las demás. Se han incluido perros poderosos, cuya mordida hace mucho
daño. Pero está un poco sesgada. Se protege a perros españoles, como el
mastín, por ejemplo". Garamendi aclara que parece que se ha elaborado "en función de la capacidad lesiva potencial del animal,
lo que no es para nada absurdo. No es lo mismo el ataque de un gran
danés que de un chihuahua. No quiere decir que uno ataque más que otro,
pero sí hace mucho más daño".
Las infracciones administrativas en las que incurran los dueños de los perros también están multadas por ley con cantidades que van desde los 150 euros hasta más de 15.000 euros, en función de la gravedad de la misma.
La importancia de la educación
Que un perro sin amo es más peligroso que uno con dueño. Que los
perros grandes son más agresivos que los pequeños. O que muchos atacan
porque tienen trastornos mentales. Son, junto al de la raza, algunos de
los mitos que persisten sobre estos animales de compañía.
Ambos expertos tratan de desmentirlos y coinciden en destacar que la
educación del animal y su entorno son mucho más decisivos en el ataque
de un perro que la especie. El etólogo señala que "cualquier perro puede
ser una excelente mascota, porque lo que determina su comportamiento es la educación. Eso es lo que hay que saber y tener claro". Las causas por las que puede atacar un perro son variadas.
Garamendi cita algunas de ellas: "territorialidad, sentimiento del
animal de ser intimidado, ponerse en medio de una pelea entre dos
perros, etc."
Antes de atacar a una persona, "que es algo que les cuesta mucha energía y no les interesa", dice Ibáñez, los perros dan muchas señales de que van a desarrollar un comportamiento agresivo
y, por tanto, se puede prevenir. "Los gruñidos, las orejas erectas, la
cabeza firme, la mirada fija son algunos signos de alarma, pero que los
dueños o personas cercanas no saben interpretar o bien no les hacen
caso".
"Los perros, salvo ciertas razas como el pit bull o el husky, que son menos expresivos,
suelen preceder sus ataques con muestras múltiples y claras de amenaza.
Lo que ocurre es que la reacción ante estas amenazas por parte de las
personas no siempre es la más correcta y favorece la agresión", añade el
forense.
Si se ve al animal en actitud amenazante o, simplemente, nos da
miedo, lo mejor es, según explica el profesor de la Complutense, "tratar de ignorarle, no mirarle fijamente y cambiar de dirección para intentar alejarnos,
aunque eso sí, siempre con paso suave, sin acelerar la marcha". En el
caso de que ataque, "ya poco se puede hacer, salvo intentar protegerse
las zonas como el cuello, que sangra mucho".
Territorio conocido
El estudio realizado por el equipo de Patología Forense del Instituto de Medicina Legal de Huelva revela que en el 79,7% de los casos la agresión mortal sucede en la propiedad del dueño del animal,
mientras que en los casos de lesiones no mortales, en el 89,8% de las
veces el perro responsable es ajeno al círculo familiar. "La mayoría de
los ataques a personas, sobre todo mortales, se dan en niños menores de
cinco años, ancianos o personas incapacitadas", explica Imanol
Garamendi.
Marta Baena, propietaria de tres perros, cree que uno de los
problemas es que los dueños no saben cómo pueden reaccionar sus animales
y les llevan sueltos. "Yo siempre les paseo atados, pero en la sierra
muchos perros van sueltos y, claro, su instinto, cuando ven a otro, es
ir hacia él y puede pasar cualquier cosa. Tengo mucho respeto a los
perros que no conozco".
En cuanto a las secuelas que quedan en las personas que sobreviven a
un ataque de un perro, las más normales son "reacciones de estrés
postraumático con componentes fóbicos asociados", explica Garamendi.
Ibáñez comenta que si un perro muerde una vez no quiere decir que lo
vaya a volver a hacer. De hecho, "pueden ser reeducados. Necesitan terapia de comportamiento, con técnicas de psiquiatría animal y también fármacos que les baje la ansiedad". (FUENTE: EL MUNDO).