El pánico al fenómeno violento del Tcharmile, las bandas juveniles
marroquíes que se asemejan a las maras de Centroamérica, que se propagó
mediáticamente este pasado abril sobre todo en Casablanca, se ha
exacerbado ahora en varias ciudades del país con el tramdina o
malestar que a muchos les provoca el ayuno durante el Ramadán. Los
ataques mortales con armas blancas, sobre todo machetes de carnicero, se
han reproducido en los primeros días del mes sagrado musulmán en
Tánger, Fez, Temara y en algunos barrios de Casablanca,
la capital económica y mayor ciudad de Marruecos. Y la inseguridad
creada por esas pandillas de jóvenes procedentes de guetos urbanos y
marginales es un fenómeno que no se puede permitir un régimen, como el
de Rabat, con vocación de querer controlarlo todo.
El primer ataque registrado del Tcharmile se produjo en marzo pasado
en una peluquería de moda del barrio de Maârif, en Casablanca. Tres
chicos entraron con sus espadas afiladas en el establecimiento y
sembraron el caos. Las clientas huyeron despavoridas. Luego se
reprodujeron en los siguientes días y semanas más asaltos, con la misma
estética de sables, y algunos asesinatos. Se generó una extraña
sensación de miedo y los medios de comunicación le pusieron etiqueta a
las bandas con múltiples reportajes: había nacido el fenómeno del
Tcharmile. Un término, ahora maldito, procedente de un dialecto marroquí
que alude al adobo de especies y hierbas con que se condimenta la
carne, que se utiliza también para definir a los espadachines y sus
peinados afilados.
Las bandas juveniles, además, instauraron una peligrosa forma de
contagio al publicitar sus embestidas en las redes sociales para airear y
presumir de sus conquistas. Crearon una exitosa página en Facebook y
allí volcaron fotos de los botines (joyas, relojes caros) de sus
acciones y, sobre todo, imágenes de sus cabezas rapadas en parte y con
peinados encrespados, las cazadoras y deportivas de marca y sus
intimidadores cuchillos en todas las posiciones posibles. El héroe de
referencia era Tony Montana, el macarra que encarna Al Pacino en Scarface.
Alarmadas, las autoridades policiales del país pusieron en marcha un plan para atajar el problema de cuajo. El rey Mohamed VI,
además, había visitado esos días casualmente Casablanca y ordenó una
rápida actuación policial. La respuesta fue expeditiva. El director de
la policía de Casablanca, Abdelá Said, admitió que existía un grave
problema de orden público y se afanó en la tarea. Tanto que, al capturar
a los delincuentes, algunos policías les obligaban a rasurarse la
cabeza. Se produjeron en solo un fin de semana 691 detenciones por
posesión de armas blancas. Interpol exigió a Facebook el cierre de la
página que mostraba a las bandas juveniles.
Parecía ser un asunto zanjado, pero la moda del Tcharmile parece que
no había pasado del todo. Ha renacido ahora con las primeras jornadas
del Ramadán en varios episodios muy sangrientos. En el estreno del mes
del ayuno, un joven le amputó la mano a un vendedor de legumbres del
mercado de Derb Ghallef, en la capital económica del país. Poco después,
en Tánger, la policía contabilizó 30 heridos en diferentes choques. Dos
jóvenes se batieron justo antes de la llamada al rezo de la tarde. Uno
murió y otro quedó en estado crítico, ingresado en el hospital Mohamed
V. En la misma ciudad del Estrecho, un padre y sus tres hijos lucharon
contra dos vecinos del mismo barrio y resultaron heridos con cortes
graves.
En ese comienzo del Ramadán, en Temara, cerca de Rabat, un individuo
agarró a otro y le rebanó la garganta con un arma blanca. Justo también
una hora antes de la ruptura del ayuno. En el tercer día del mes sagrado
un taxista fue apuñalado en Casablanca por un cliente; en Fez,
mientras, una decena de chicos acorralaron y pegaron salvajemente al
cobrador de un autobús por no querer pagar el billete. Finalmente, un
carnicero fue acuchillado para robarle los 50.000 dirhams (4.460 euros)
de la caja del día.
Esta semana, una joven fue raptada y violada por tres jóvenes que la
secuestraron en su coche precisamente cuando había acabado en la
mezquita la oración. Fue en el Maârif, en pleno centro de Casablanca,
una gran urbe que se ha extendido brutalmente tras la implantación de
muchas empresas y que cuenta con más de siete millones de personas en
sus distintas barriadas. El Maârif parece un lugar tranquilo,
occidentalizado, poco transitado de día a causa del Ramadán. Sus calles
acogen sedes de firmas y tiendas internacionales. “Los chicos que llevan
mala vida, que no quieren trabajar, vienen por aquí, con sus motos y
coches, roban y se marchan rápido a sus barrios”, resume en un cruce de
calles Hussein.
Algunas zonas de Casablanca parecen proceder de mundos distintos. La
riqueza y el trabajo no están bien repartidos, y casi todas las calles
parecen tener serios problemas con las recogidas de basuras. No es el
caso del Maârif. El perímetro bajo sospecha del que proceden los chicos
de las bandas estaría en algunos callejones cercanos a la Medina, el del
inglés y el de los italianos. Allí huele a mercado marroquí bajo el
agobiante calor. No hay tcharmiles a la vista. Pero sí hay discusiones a
grandes voces.
Algunos expertos marroquíes relacionan la reciente explosión de
violencia con otro fenómeno: la cólera del ayuno, el incontrolable mal
humor y la agresividad que genera en ciertas personas no poder comer ni
fumar durante largas horas. El Tcharmile se mezcla con la irritabilidad
del tramdina, en un periodo en el que suelen aumentar las discusiones y los conflictos.
El psiquiatra Yussef Mohi lo ha teorizado así: “Durante el Ramadán se
produce un cambio en el ritmo de la vida. El ser humano está hecho para
trabajar durante el día y dormir durante la noche. Ahora, además de que
en verano los días son largos, se duerme muy poco, apenas tres horas”.
El país se para durante el Ramadán. Se registra poca actividad y no se
celebran, de hecho, ni citas ni reuniones entre el amanecer y la puesta
de sol. En teoría, porque es el mes sagrado del rezo, la oración, la
solidaridad y los buenos deseos de tolerancia. Pero a otros el ayuno les
altera su mecanismo neurotransmisor, el estado de ánimo y les libera
aún más agresividad. (FUENTE: EL PAÍS).
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