miércoles, 14 de mayo de 2014

Los intentos de fraude a los seguros se disparan con la crisis.

Desde una persona que simula haber fallecido en un viaje a Paraguay al caer en un baño de un país que en realidad no ha visitado nunca hasta quien finge el robo del valioso sello de un bisabuelo. Son los pícaros del siglo XXI. El fraude tiene un fuerte tirón en Euskadi, donde las tentativas de fraude a las compañías aseguradoras se han duplicado desde el comienzo de la crisis. El País Vasco registró el pasado año 5.125 conatos de engaño a las empresas del sector, según datos de la patronal Unespa. La cifra se estabilizó respecto al ejercicio anterior -incluso descendió un 2,6%-, pero es un 80% superior a la de 2008, cuando se detectaron 2.850 casos. "La dificultades económicas que atraviesan algunas familias les llevan a plantearse defraudar al seguro por importes relativamente pequeños", explica Miguel Ángel Vázquez, responsable de estudios de Unespa y coordinador de políticas contra el fraude.

Internet y las redes sociales son herramientas esenciales a la hora de detectar a los timadores. El seguimiento de casos a través de Facebook o Twitter también permite descubrir a muchos defraudadores que no tienen reparo en contar sus 'hazañas' en sus perfiles. "Buena parte de la sociedad cree que timar al seguro es fácil, pero en realidad resulta muy complicado. Es difícil actuar sin dejar pruebas físicas o rastros que puedan ser localizados tras una oportuna investigación", observa Vázquez.

Los peritos que acuden al lugar de un siniestro "son profesionales altamente experimentados" que conocen "al detalle las prácticas fraudulentas" y no tardan en percatarse de las artimañas que utilizan algunos pícaros para engañarles. "Un timo común es el del que tiene un coche a terceros y se choca contra el guardabarros de otro vehículo. Entonces, le pide a su primo, que tiene el seguro a todo riesgo, que firme el parte autoinculpándose. El perito llega al taller y descubre que el golpe está a 20 centímetros del suelo y el primo tiene un Hammer con el que le hubiese dado en el capó", ironiza el experto al explicar un ejemplo habitual. 

Además, existe toda una serie de actuaciones que hacen levantar las sospechas a las aseguradoras: que el supuesto siniestro se haya producido en una fecha próxima a la contratación de la póliza, que la compañía conozca las dificultades económicas de su cliente, que la explicación del suceso sea "rara" o "exagerada"... O que, como en el ejemplo anterior, las consecuencias del siniestro no concuerden con el tipo de accidente ocurrido. En este sentido, Miguel Ángel Vázquez considera imprescindible la concienciación de los ciudadanos ante el fraude. "Es una inconsciencia por la cantidad de medios que utilizan las compañías aseguradoras para detectarlo y una insolidaridad con el resto de asegurados, porque puede acabar incrementando el precio del seguro". También advierte de las consecuencias que supone engañar a las compañías: "No es sólo picaresca, es un delito de estafa con penas de entre 4 meses y 4 años de cárcel".

Hay tres perfiles de estafadores "claramente diferenciados":
El profesional: Actuaba ya antes de la crisis porque el fraude es "su modo de vida". "Son personas que pueden defraudar a la aseguradora o estafar a su vecino", precisa el responsable de estudios de Unespa. Se han detectado desde grupos profesionales que se reúnen para estafar al seguro de forma masiva hasta bandas criminales que denuncian el falso robo de coches de alta gama. "Juegan la Champions League, buscan hacer defraudaciones de millones de euros".
El ocasional: Es el "más común" y el que "más ha aumentado con la crisis". Se trata de personas "honradas" a las que nunca se les había ocurrido cometer un fraude, pero a las que debido a una difícil situación económica "se les enciende la bombilla" y buscan la manera de obtener ingresos engañando a las aseguradoras. Las simulaciones de robo o los incendios de negocios son algunas de las actuaciones más habituales que llevan a cabo los defraudadores no profesionales. "Es la persona que tiene una empresa en quiebra y provoca un fuego en ella o simula el robo de la mercancía para cobrar el seguro", describe Vázquez. 

Entre los defraudadores no profesionales se encuentran también particulares que denuncian falsos robos. El rey de sus denuncias es "el móvil, porque es pequeño, fácil de llevar y, logicamente, de sustraer y puede llegar a costar 700 euros". "La numismática, la filatelia y los instrumentos musicales también dan mucho juego porque son bastante caros", cuenta el experto. En la mayoría de los casos, las cuantías solicitadas por estos estafadores suelen ser inferiores a 600 euros. Sin embargo, "evolucionan con frecuencia hacia fraudes más organizados": "Si la exageración de las consecuencias de un accidente de tráfico les ha funcionado, a los tres o cuatro años se juntan con varios amigos que han sufrido siniestros recientes y se intercambian los papeles; uno hace de conductor culpable, después simula ser inocente, víctima, testigo... se van sofisticando", analiza Vázquez.
El inconsciente: "Sabe que está haciendo algo irregular, pero no lo conceptúa como fraude, piensa que no es para tanto", explica el experto. "Es, por poner un caso, aquella persona que en el cuestionario de un seguro de salud responde que no fuma y consume 15 cigarrillos diarios. Está provocando que la compañía calcule una prima que no está adaptada al riesgo porque éste se incrementa en el caso de fumadores", detalla Vázquez.
La gran mayoría de intentos de fraude se dan en tres tipos de seguros:
Automóvil: Es el que más engaños acumuló el año pasado en Euskadi, con de 3.563 casos. Están relacionados en su mayor parte con la exageración de las consecuencias del siniestro o, directamente, con la invención del suceso. "También hay quien trata de convencer de que el seguro le incluye aspectos que en realidad no le cubre", apunta el coordinador de políticas contra el fraude de Unespa. El caso extremo, aunque "ha ocurrido en varias ocasiones", es el del estafador que "dice haber sufrido una invalidez como resultado del accidente".
Hogar: Las estafas relacionadas con este ramo "son más comunes en Euskadi" porque el seguro del hogar "es extredamente frecuente" desde las inundaciones de 1983. "Las enormes pérdidas por la riada en algunas casas provocó una conciencia diferencial de aseguramiento por parte de las familias vascas", explica Vázquez. El robo simulado o la exageración de sus consecuencias son las fórmulas más recurrentes: "Se llevaron una bicicleta muy cara porque soy de un club ciclista..."
Vida: Es el fraude "más complejo", pero también se produce. El método más repetido es del timador que "se hace muchos pequeños seguros con varias compañías". El caso límite es el del estafador que simula su propia muerte. "Excede por completo el ámbito del defraudador ocasional, son personas que provienen de tramas organizadas o que actúan de manera planificada", señala el responsable de Unespa. (FUENTE: EL CORREO).

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