Desde una persona que simula haber fallecido en un viaje a Paraguay al
caer en un baño de un país que en realidad no ha visitado nunca hasta
quien finge el robo del valioso sello de un bisabuelo. Son los pícaros
del siglo XXI. El fraude tiene un fuerte tirón en Euskadi, donde las
tentativas de fraude a las compañías aseguradoras se han duplicado desde
el comienzo de la crisis. El País Vasco registró el pasado año 5.125
conatos de engaño a las empresas del sector, según datos de la patronal
Unespa. La cifra se estabilizó respecto al ejercicio anterior -incluso
descendió un 2,6%-, pero es un 80% superior a la de 2008, cuando se
detectaron 2.850 casos. "La dificultades económicas que atraviesan
algunas familias les llevan a plantearse defraudar al seguro por
importes relativamente pequeños", explica Miguel Ángel Vázquez,
responsable de estudios de Unespa y coordinador de políticas contra el
fraude.
Internet y las redes sociales son herramientas esenciales a la hora
de detectar a los timadores. El seguimiento de casos a través de
Facebook o Twitter también permite descubrir a muchos defraudadores que
no tienen reparo en contar sus 'hazañas' en sus perfiles. "Buena parte
de la sociedad cree que timar al seguro es fácil, pero en realidad
resulta muy complicado. Es difícil actuar sin dejar pruebas físicas o
rastros que puedan ser localizados tras una oportuna investigación",
observa Vázquez.
Los peritos que acuden al lugar de un siniestro "son profesionales
altamente experimentados" que conocen "al detalle las prácticas
fraudulentas" y no tardan en percatarse de las artimañas que utilizan
algunos pícaros para engañarles. "Un timo común es el del que tiene un
coche a terceros y se choca contra el guardabarros de otro vehículo.
Entonces, le pide a su primo, que tiene el seguro a todo riesgo, que
firme el parte autoinculpándose. El perito llega al taller y descubre
que el golpe está a 20 centímetros del suelo y el primo tiene un Hammer
con el que le hubiese dado en el capó", ironiza el experto al explicar
un ejemplo habitual.
Además, existe toda una serie de actuaciones que hacen levantar las
sospechas a las aseguradoras: que el supuesto siniestro se haya
producido en una fecha próxima a la contratación de la póliza, que la
compañía conozca las dificultades económicas de su cliente, que la
explicación del suceso sea "rara" o "exagerada"... O que, como en el
ejemplo anterior, las consecuencias del siniestro no concuerden con el
tipo de accidente ocurrido. En este sentido, Miguel Ángel Vázquez
considera imprescindible la concienciación de los ciudadanos ante el
fraude. "Es una inconsciencia por la cantidad de medios que utilizan las
compañías aseguradoras para detectarlo y una insolidaridad con el resto
de asegurados, porque puede acabar incrementando el precio del seguro".
También advierte de las consecuencias que supone engañar a las
compañías: "No es sólo picaresca, es un delito de estafa con penas de
entre 4 meses y 4 años de cárcel".
Hay tres perfiles de estafadores "claramente diferenciados":
El profesional: Actuaba
ya antes de la crisis porque el fraude es "su modo de vida". "Son
personas que pueden defraudar a la aseguradora o estafar a su vecino",
precisa el responsable de estudios de Unespa. Se han detectado desde
grupos profesionales que se reúnen para estafar al seguro de forma
masiva hasta bandas criminales que denuncian el falso robo de coches de
alta gama. "Juegan la Champions League, buscan hacer defraudaciones de
millones de euros".
El ocasional: Es
el "más común" y el que "más ha aumentado con la crisis". Se trata de
personas "honradas" a las que nunca se les había ocurrido cometer un
fraude, pero a las que debido a una difícil situación económica "se les
enciende la bombilla" y buscan la manera de obtener ingresos engañando a
las aseguradoras. Las simulaciones de robo o los incendios de negocios
son algunas de las actuaciones más habituales que llevan a cabo los
defraudadores no profesionales. "Es la persona que tiene una empresa en
quiebra y provoca un fuego en ella o simula el robo de la mercancía para
cobrar el seguro", describe Vázquez.
Entre los defraudadores no profesionales se encuentran también
particulares que denuncian falsos robos. El rey de sus denuncias es "el
móvil, porque es pequeño, fácil de llevar y, logicamente, de sustraer y
puede llegar a costar 700 euros". "La numismática, la filatelia y los
instrumentos musicales también dan mucho juego porque son bastante
caros", cuenta el experto. En la mayoría de los casos, las cuantías
solicitadas por estos estafadores suelen ser inferiores a 600 euros. Sin
embargo, "evolucionan con frecuencia hacia fraudes más organizados":
"Si la exageración de las consecuencias de un accidente de tráfico les
ha funcionado, a los tres o cuatro años se juntan con varios amigos que
han sufrido siniestros recientes y se intercambian los papeles; uno hace
de conductor culpable, después simula ser inocente, víctima, testigo...
se van sofisticando", analiza Vázquez.
El inconsciente: "Sabe
que está haciendo algo irregular, pero no lo conceptúa como fraude,
piensa que no es para tanto", explica el experto. "Es, por poner un
caso, aquella persona que en el cuestionario de un seguro de salud
responde que no fuma y consume 15 cigarrillos diarios. Está provocando
que la compañía calcule una prima que no está adaptada al riesgo porque
éste se incrementa en el caso de fumadores", detalla Vázquez.
La gran mayoría de intentos de fraude se dan en tres tipos de seguros:
Automóvil: Es
el que más engaños acumuló el año pasado en Euskadi, con de 3.563
casos. Están relacionados en su mayor parte con la exageración de las
consecuencias del siniestro o, directamente, con la invención del
suceso. "También hay quien trata de convencer de que el seguro le
incluye aspectos que en realidad no le cubre", apunta el coordinador de
políticas contra el fraude de Unespa. El caso extremo, aunque "ha
ocurrido en varias ocasiones", es el del estafador que "dice haber
sufrido una invalidez como resultado del accidente".
Hogar: Las
estafas relacionadas con este ramo "son más comunes en Euskadi" porque
el seguro del hogar "es extredamente frecuente" desde las inundaciones
de 1983. "Las enormes pérdidas por la riada en algunas casas provocó una
conciencia diferencial de aseguramiento por parte de las familias
vascas", explica Vázquez. El robo simulado o la exageración de sus
consecuencias son las fórmulas más recurrentes: "Se llevaron una
bicicleta muy cara porque soy de un club ciclista..."
Vida:
Es el fraude "más complejo", pero también se produce. El método más
repetido es del timador que "se hace muchos pequeños seguros con varias
compañías". El caso límite es el del estafador que simula su propia
muerte. "Excede por completo el ámbito del defraudador ocasional, son
personas que provienen de tramas organizadas o que actúan de manera
planificada", señala el responsable de Unespa. (FUENTE: EL CORREO).