Las aceiteras de los bares y restaurantes tienen sus días
contados. A partir del 1 de enero de 2014, todos los establecimientos de
hostelería deberán erradicar de sus mesas y mostradores esos populares
accesorios, también llamados vinagreras; la UE ha decidido prohibir su
uso en locales públicos como parte de un plan más amplio dirigido a
reforzar los controles de calidad del aceite de oliva, uno de los
productos de nuestra despensa más susceptibles al fraude, promover su
imagen en terceros países y mejorar la información al consumidor. En su
lugar, los clientes deberán tener a su disposición envases no
rellenables o monodosis para aliñar sus ensaladas con garantías de que
no le están echando garrafón.
Además de declarar ‘non gratos’ a estos recipientes, los
responsables comunitarios obligarán a que sus futuros sustitutos luzcan
un etiquetado visible en el se especifique claramente el origen y
calidad del aceite que contienen, así como su fecha de envasado y
consumo preferente. De este modo, las autoridades comunitarias pretenden
acabar con la tentación de rellenar las aceiteras con mezclas de
variedades de ínfima calidad o con un simple aceite de orujo, mientras
el consumidor mantenía el erróneo convencimiento de estar regando su
lechuga y su tomate con un virgen extra de intachable reputación.
Mientras los productores ven con buenos ojos una medida que
puede ayudarles a recuperar parte del prestigio perdido y a incrementar
sus ventas con nuevos formatos de envasado, desde el castigado sector
de la hostelería asisten con suspicacia a unos cambios que acabarán
repercutiendo en el bolsillo del cliente. Y que, por otro lado, no
impedirán que de puertas adentro de las cocinas se sigan utilizando
aceite de batalla para ‘perpetrar’ fritangas.
¿Virgen o de dudosa honra?
Lo cierto es que el llamado ‘oro líquido’, el pilar
insustituible de la dieta mediterránea, es uno de los productos más
abonados al gato por liebre en la cesta de la compra. Y no solo por
parte de los hosteleros sino, lo que es más grave, por parte de los
productores que en más de una ocasión han sido descubiertos
comercializando un supuesto aceite virgen de honra más bien dudosa. Sin
ir mas lejos, un reciente estudio de la Organización de Consumidores y
Usuarios (OCU) ha sacado los colores a varias empresas al demostrar que
engañaban al consumidor: en concreto, sus expertos demostraron que once
de 40 firmas –entre ellas, algunas de las más renombradas del sector
aceitero y habituales en las estanterías de los supermercados– vendían
un aceite etiquetado como ‘extra’ cuando sólo era ‘virgen’: lo único
‘extra’ era el euro de más que pagaba el consumidor por cada litro. En
dos casos, el producto ni siquiera era apto para el consumo al tratarse
de aceite de oliva lampante, es decir, que no había sido sometido al
proceso de refinado indispensable para poder ser comercializado. Para
tranquilidad del estafado consumidor, desde la OCU aclararon que ninguno
de los aceites analizados suponía un problema de salud, sino que el
fraude era «estrictamente económico».
En el estudio, la OCU utilizó varios análisis químicos y
uno organoléptico para verificar la calidad del aceite, como estipula la
normativa vigente. Sin embargo, las técnicas fraudulentas se han
sofisticado hasta tal punto que descubrir el timo no siempre es fácil.
En muchos casos, el aceite no solo se mezcla con productos de otros
orígenes como por ejemplo el aceite de avellana, cuyo perfil es muy
similar, sino también con aceites desodorizados. También es frecuente
que el etiquetado haga referencia a prestigiosos orígenes varietales o
geográficos ubicados, en realidad, a cientos de kilómetros con su lugar
de cultivo. En este sentido, un grupo de investigadores de la Estación
Experimental del Zaidín (EEZ), centro perteneciente al Centro Superior
de Investigaciones Científicas (CSIC), acaba de anunciar una buena
noticia: el desarrollo de una técnica molecular que, a través del ADN,
permite saber con certeza si una muestra procede realmente del prensado
de la aceituna de la variedad indicada o si se ha llevado a cabo alguna
mezcla fraudulenta. Todo sea por salvarguardar la castidad de un aceite
virgen demasiadas veces mancillado. (FUENTE: EL CORREO).
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