La historia de Andrés Leonardo Achipiz, alias ‘Pescadito’, quien aceptó ser el autor de por lo menos 35 homicidios en Bogotá, causó conmoción, no solo por la frialdad de la confesión, sino por el sendero criminal que el muchacho empezó a recorrer desde temprana edad. Para Rodrigo Córdoba, presidente de la Asociación de Psiquiatras de América Latina, ‘Pescadito’ sufre un trastorno de personalidad psicopático, es decir que es propenso a burlar las normas y a agredir a los demás.
“Por fortuna, este tipo de casos no se da de manera frecuente, aunque
no hay tasas para hacer mediciones. Estas personas, sin sentimientos de
culpa, no tienen consideraciones por los demás y muestran los rasgos
violentos desde que son muy pequeños”, sostiene Córdoba y agrega que hay
varios hipótesis que pueden explicar un comportamiento como el de
Achipiz: maltrato infantil, ausencia de un grupo familiar y vacíos
afectivos.
El experto señala que los tratamientos médicos y psicológicos
son insuficientes y que por eso las autoridades deben adoptar medidas
de control social, como la cárcel. Esta opinión la comparte
Belisario Valbuena, perfilador criminal de la Universidad Manuela
Beltrán, que justamente está analizando la personalidad de ‘Pescadito’,
al que compara en sus inicios, guardando las proporciones, con el
asesino estadounidense Richard Kuklinski, fallecido en el 2006 y quien
aceptó haber matado a unas 200 personas por encargo, especialmente en
Nueva York.
Un personaje como ‘Pescadito’ se ufana de sus crímenes. Ellos
comienzan a manifestar estas conductas desde que son pequeños
maltratando animales, iniciando incendios y luego de varios años se
convierten en homicidas. Valbuena señala que hay casos en los
que genéticamente hay una predisposición a los comportamientos
violentos, equivalente al 10 por ciento de la personalidad, pero que
esta se desarrolla con condiciones sociales y afectivas de carácter
negativo. “Este tipo de personas muestra arrepentimiento, pero
solo para obtener beneficios. Son asesinos por vocación. Convierten las
cárceles en escuelas del crimen y si llegan a salir algún día
perfeccionan su manera de cometer los delitos. No se conocen casos de
personas que se hayan recuperado”, dice el perfilador.
Finalmente, el director del Centro de Recursos para el Análisis de
Conflictos (Cerac), Jorge Restrepo, piensa que ‘Pescadito’ demuestra que
el grado de profesionalización del crimen organizado en Bogotá ha
aumentado y que aún existen problemas para identificar a esta clase de
asesinos a tiempo, pues la impunidad de sus asesinatos perduró varios
años.
Cuando los hombres del grupo ‘Cazahomicidas’ de la Sijín capturaron esta semana a Andrés Leonardo Achipiz, alias ‘Pescadito’, en una buseta que se movilizaba por el sector de Metrovivienda de Bosa, él, con cinismo asombroso, los miró a los ojos y les dijo:“¿Por cuál de los 35 (asesinatos) me están buscando?”.
Los investigadores quedaron sorprendidos, no solo por la frialdad de
la espontánea confesión del joven de 19 años, sino porque en las cuentas
de ellos solo tenían el registro de su presunta autoría en 12
homicidios. La detención se dio tras dos meses de seguimientos exhaustivos de
cinco hombres de la Policía Metropolitana que, incluso, se disfrazaron
de vigilantes para seguir el rastro del criminal que había sembrado el
terror en Kennedy y Bosa.
Era tal la importancia de alias ‘Pescadito’ en el mundo delincuencial
del sur de Bogotá que, siendo menor de edad, se convirtió en el brazo
sicarial de Néstor Aguirre, alias ‘Camilo’, quien a mediados del año
pasado fue capturado en la capital por su presunto vínculo con al menos
50 asesinatos en Kennedy, Bosa y Rafael Uribe, relacionados con el
control territorial del microtráfico. Justamente Achipiz habría sido el responsable de la mayoría
de estos asesinatos, y así se lo hizo saber a los policías que lo
sorprendieron cuando se dirigía a una obra de construcción, donde hasta
ese momento trabajaba como ayudante.
El primer contacto de ‘Pescadito’ con el hampa empezó cuando tenía apenas 5 años de edad, según la información recopilada por el grupo ‘Cazahomicidas’. Cuenta un investigador que los padres eran vendedores ambulantes del barrio Britalia y que lo obligaban a robar para que aportara económicamente a la humilde casa.
El primer contacto de ‘Pescadito’ con el hampa empezó cuando tenía apenas 5 años de edad, según la información recopilada por el grupo ‘Cazahomicidas’. Cuenta un investigador que los padres eran vendedores ambulantes del barrio Britalia y que lo obligaban a robar para que aportara económicamente a la humilde casa.
Con el tiempo, adquirió una gran habilidad para hurtar bicicletas, billeteras, relojes y hasta casas.
Siempre actuaba solo. Pero a los 16 años fue contactado por alias
‘Camilo’, quien sabía de las aptitudes delictivas del entonces menor,
que el jueves fue presentado por la Policía junto con otros
delincuentes. Achipiz ingresó a la red de narcomenudeo que tenía dominio en zonas
de Kennedy como Class Roma, Britalia, El Amparo y Patio Bonito, y en
sectores de Bosa, como Laureles y Piamonte. Un investigador le relató a
EL TIEMPO que ‘Camilo’ le suministraba las armas a ‘Pescadito’ para que
“sacara del camino a expendedores de droga que les estorbaban”. De hecho, cuando su jefe le ordenaba que el crimen se hiciera en silencio, él llevaba un cuchillo y degollaba a sus víctimas. Un doble crimen, en el que se comprobó su autoría, sirvió para que en
el 2009 fuera enviado a una correccional, pero en un motín logró
escapar meses después.
Crímenes sin distinción
Tras la captura de ‘Camilo’, Achipiz se independizó y a
menudo era contactado para cometer asesinatos, por los que cobraba entre
uno y seis millones de pesos. Así mismo, convirtió a una menor
de solo 12 años en su compañera sentimental, lo que provocó el repudio
de los familiares de la niña, pero, según la Sijín, él no tuvo
inconveniente alguno en liquidar a la mamá y un tío de la novia. Uno de los últimos crímenes por los que es investigado ‘Pescadito’ lo
habría cometido en diciembre, cuando le quitó la vida en Kennedy a un
joven conocido como el ‘Soldado’, tras robarle un celular.
Del confeso y joven homicida también se sabe que tiene un hijo de 3
años y que lo cuidan los abuelos, a quienes envió al Huila para evitar
que cayeran en las manos de sus enemigos o de las “liebres”, como él
mismo les dice. (FUENTE: EL TIEMPO/COLOMBIA).
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