lunes, 13 de mayo de 2013

Estudiosos en criminología sostienen que alias 'Pescadito' es un 'asesino por vocación'.

La historia de Andrés Leonardo Achipiz, alias ‘Pescadito’, quien aceptó ser el autor de por lo menos 35 homicidios en Bogotá, causó conmoción, no solo por la frialdad de la confesión, sino por el sendero criminal que el muchacho empezó a recorrer desde temprana edad. Para Rodrigo Córdoba, presidente de la Asociación de Psiquiatras de América Latina, ‘Pescadito’ sufre un trastorno de personalidad psicopático, es decir que es propenso a burlar las normas y a agredir a los demás.

“Por fortuna, este tipo de casos no se da de manera frecuente, aunque no hay tasas para hacer mediciones. Estas personas, sin sentimientos de culpa, no tienen consideraciones por los demás y muestran los rasgos violentos desde que son muy pequeños”, sostiene Córdoba y agrega que hay varios hipótesis que pueden explicar un comportamiento como el de Achipiz: maltrato infantil, ausencia de un grupo familiar y vacíos afectivos.

El experto señala que los tratamientos médicos y psicológicos son insuficientes y que por eso las autoridades deben adoptar medidas de control social, como la cárcel. Esta opinión la comparte Belisario Valbuena, perfilador criminal de la Universidad Manuela Beltrán, que justamente está analizando la personalidad de ‘Pescadito’, al que compara en sus inicios, guardando las proporciones, con el asesino estadounidense Richard Kuklinski, fallecido en el 2006 y quien aceptó haber matado a unas 200 personas por encargo, especialmente en Nueva York.

Un personaje como ‘Pescadito’ se ufana de sus crímenes. Ellos comienzan a manifestar estas conductas desde que son pequeños maltratando animales, iniciando incendios y luego de varios años se convierten en homicidas. Valbuena señala que hay casos en los que genéticamente hay una predisposición a los comportamientos violentos, equivalente al 10 por ciento de la personalidad, pero que esta se desarrolla con condiciones sociales y afectivas de carácter negativo. “Este tipo de personas muestra arrepentimiento, pero solo para obtener beneficios. Son asesinos por vocación. Convierten las cárceles en escuelas del crimen y si llegan a salir algún día perfeccionan su manera de cometer los delitos. No se conocen casos de personas que se hayan recuperado”, dice el perfilador.

Finalmente, el director del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac), Jorge Restrepo, piensa que ‘Pescadito’ demuestra que el grado de profesionalización del crimen organizado en Bogotá ha aumentado y que aún existen problemas para identificar a esta clase de asesinos a tiempo, pues la impunidad de sus asesinatos perduró varios años.

Cuando los hombres del grupo ‘Cazahomicidas’ de la Sijín capturaron esta semana a Andrés Leonardo Achipiz, alias ‘Pescadito’, en una buseta que se movilizaba por el sector de Metrovivienda de Bosa, él, con cinismo asombroso, los miró a los ojos y les dijo:“¿Por cuál de los 35 (asesinatos) me están buscando?”.

Los investigadores quedaron sorprendidos, no solo por la frialdad de la espontánea confesión del joven de 19 años, sino porque en las cuentas de ellos solo tenían el registro de su presunta autoría en 12 homicidios. La detención se dio tras dos meses de seguimientos exhaustivos de cinco hombres de la Policía Metropolitana que, incluso, se disfrazaron de vigilantes para seguir el rastro del criminal que había sembrado el terror en Kennedy y Bosa.

Era tal la importancia de alias ‘Pescadito’ en el mundo delincuencial del sur de Bogotá que, siendo menor de edad, se convirtió en el brazo sicarial de Néstor Aguirre, alias ‘Camilo’, quien a mediados del año pasado fue capturado en la capital por su presunto vínculo con al menos 50 asesinatos en Kennedy, Bosa y Rafael Uribe, relacionados con el control territorial del microtráfico. Justamente Achipiz habría sido el responsable de la mayoría de estos asesinatos, y así se lo hizo saber a los policías que lo sorprendieron cuando se dirigía a una obra de construcción, donde hasta ese momento trabajaba como ayudante.

El primer contacto de ‘Pescadito’ con el hampa empezó cuando tenía apenas 5 años de edad, según la información recopilada por el grupo ‘Cazahomicidas’. Cuenta un investigador que los padres eran vendedores ambulantes del barrio Britalia y que lo obligaban a robar para que aportara económicamente a la humilde casa.

Con el tiempo, adquirió una gran habilidad para hurtar bicicletas, billeteras, relojes y hasta casas. Siempre actuaba solo. Pero a los 16 años fue contactado por alias ‘Camilo’, quien sabía de las aptitudes delictivas del entonces menor, que el jueves fue presentado por la Policía junto con otros delincuentes. Achipiz ingresó a la red de narcomenudeo que tenía dominio en zonas de Kennedy como Class Roma, Britalia, El Amparo y Patio Bonito, y en sectores de Bosa, como Laureles y Piamonte. Un investigador le relató a EL TIEMPO que ‘Camilo’ le suministraba las armas a ‘Pescadito’ para que “sacara del camino a expendedores de droga que les estorbaban”. De hecho, cuando su jefe le ordenaba que el crimen se hiciera en silencio, él llevaba un cuchillo y degollaba a sus víctimas. Un doble crimen, en el que se comprobó su autoría, sirvió para que en el 2009 fuera enviado a una correccional, pero en un motín logró escapar meses después.

Crímenes sin distinción

Tras la captura de ‘Camilo’, Achipiz se independizó y a menudo era contactado para cometer asesinatos, por los que cobraba entre uno y seis millones de pesos. Así mismo, convirtió a una menor de solo 12 años en su compañera sentimental, lo que provocó el repudio de los familiares de la niña, pero, según la Sijín, él no tuvo inconveniente alguno en liquidar a la mamá y un tío de la novia. Uno de los últimos crímenes por los que es investigado ‘Pescadito’ lo habría cometido en diciembre, cuando le quitó la vida en Kennedy a un joven conocido como el ‘Soldado’, tras robarle un celular.

Del confeso y joven homicida también se sabe que tiene un hijo de 3 años y que lo cuidan los abuelos, a quienes envió al Huila para evitar que cayeran en las manos de sus enemigos o de las “liebres”, como él mismo les dice. (FUENTE: EL TIEMPO/COLOMBIA).

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