Cosía, bordaba, calcetaba. Cortaba trajes y vestidos. Era un ser
dulce, entrañable, amigo, sobre todo, de sus amigas. Apenas alcanzaba el
metro cuarenta de estatura, y tenía "cara de bueno". Esto último lo
dice Fernando Serrulla, responsable de la Unidad de Antropología Forense del Instituto de Medicina Legal de Galicia. El mismo profesional que ayer, en la primera sesión de las jornadas sobre Manuel Blanco Romasanta que se celebran este puente en Allariz, organizadas por la Fundación Vicente Risco,
propuso una nueva teoría médica que podría barrer para siempre el mito
del lobishome (también conocido como sacaúntos) gallego: El asesino
múltiple nacido en una aldea de Esgos que en 1853
se salvó del garrote vil tras un proceso judicial sin precedentes,
seguido con interés en toda España y financiado a espuertas por Isabel
II, podría haber sido en realidad una hembra, una lobismullernacida con un extraño síndrome de intersexualidad.
Ya se sabía que Blanco Romasanta había sido inscrito en la partida de
nacimiento, en 1809, como Manuela, aunque un registro parroquial, ocho
años más tarde, lo confirmaba como Manuel. La última a del nombre, en
realidad, no había sido una errata. Al nacer, sus padres no tuvieron muy
claro el sexo del bebé. Con el tiempo, prefirieron considerar que
aquello era un micropene, pero probablemente era un clítoris muy
desarrollado.
El antropólogo Xosé Ramón Mariño Ferro ya apuntó hace tres años la
posibilidad de que Romasanta fuese una mujer. Ahora Serrulla lo
corrobora, sugiere una enfermedad concreta y aporta nuevos datos. Aunque
dice que la seguridad absoluta no la podrá tener si no realiza una
prueba genética. Los mayores investigadores del criminal, los abogados
Cástor y Félix Castro, descartan la posibilidad de hallar sus restos.
Romasanta murió en la cárcel de Ceuta de cáncer de estómago poco después
de que se conmutase su pena capital por la cadena perpetua, y fue
enterrado en una fosa común.
Así que la analítica habría que proponérsela a alguno de los
familiares del asesino que supuestamente siguen viviendo en la provincia
de Ourense. No son descendientes directos, sino tataranietos de algunos
de los cuatro hermanos que tenía. Él, o ella con apariencia de hombre,
llegó a casarse con una mujer, pero enviudó un año después, y por
supuesto no tuvo hijos. Más tarde enamoró a otras vecinas, madres
solteras o separadas de Rebordechao (Vilar de Barrio) y Castro de Laza,
pero debieron de ser relaciones platónicas. Entre los papeles que le
fueron requisados había alguna copla que les cantaba, cambiando el
nombre de la chica según la ocasión. Las encandiló, y a todas ellas,
después, confesó haberlas matado, junto con sus hijos menores, cuando
los transportaba hacia una vida mejor, y un empleo prometido, en
Santander o en la ciudad de Ourense. Esas fueron las nueve víctimas por
las que se le condenó a muerte, aunque se le atribuyeron otras
anteriores, hasta un total de 17.
Fernando Serrulla habla de pseudohermafroditismo femenino, una forma
de estado intersexual que viaja en los genes de padres a hijos, aunque
"solo se manifiesta en uno de cada 10.000 o 15.000 nacidos vivos". El
propio investigador, como forense, cuenta que en su departamento, con
sede en el Hospital de Verín, ha tenido que ver casos de niños o niñas
que, antes de quedar inscritos en el Registro Civil, necesitan un
reconocimiento para determinar su sexo. Blanco Romasanta era Manuela.
Tenía sexo de mujer pero, a causa de este pseudohermafroditismo,
segregaba una cantidad desmesurada de hormonas masculinas y sufrió un
proceso de virilización. "Estas personas, debido a los andrógenos,
pueden presentar episodios de fuerte agresividad", explica Serrulla.
Esto podría ayudar a comprender la figura del criminal, un personaje
que, como vecino, "era un encanto de tío" y se ganaba el cariño y la
confianza del pueblo.
En su intervención, Serrulla también presentó el nuevo rostro del
sacaúntos, así conocido porque se dijo que, además de las ropas en las
ferias, vendía a farmacéuticos portugueses la grasa que obtenía cociendo
a sus víctimas (los hermanos Castro localizaron libros de alquimia de
la época, en los que se habla de las virtudes del sebo de difunto para
tratar la epilepsia e incluso la alopecia).
La nueva cara de Blanco Romasanta es diferente de la que dibujó para
un libro publicado en 1991 el exjefe de policía de Galicia Luis García
Mañá y que se tomó por buena durante dos décadas. La de ahora se basa en
las descripciones antropométricas y los reconocimientos médicos que
realizaron los cinco facultativos que participaron en la instrucción del
sumario (de 1.667 folios) y el juicio, celebrado en Allariz, Verín y,
finalmente, A Coruña. Estos médicos descartaron en 1852 la versión de la
defensa: el criminal había asegurado que sufría un maleficio y que
devoraba a sus presas en compañía de otros lobos. Finalmente, se libró
de la ejecución de la sentencia porque un hipnólogo francés que se
presentó como doctor Philips convenció in extremis a la reina de que el
reo sufría un trastorno mental llamado licantropía. Una vez reconstruida
la identidad de Romasanta, ahora Cástor y Félix Castro intentan localizar con el forense en cuevas de la sierra ourensana de San Mamede algún resto óseo de las mujeres y los niños que mató. (FUENTE: EL PAÍS).
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