Las agresiones de los hijos a los padres ganan terreno
dentro de la dramática estadística de la violencia en el seno de las
familias. Un 7,2% de adolescentes vascos de entre 14 y 18 años reconoce
haber pegado, al menos en una ocasión, a su madre o a su padre y el 2,5%
confiesa haber cometido entre 3 y 5 agresiones físicas contra alguno de
sus progenitores en el último año. Son los resultados de un estudio
realizado por un equipo de la Universidad de Deusto, que dibuja el
perfil de estos chavales y los motivos de su actitud: han sido educados
en un ambiente muy permisivo o son víctimas y testigos de otros tipos de
maltrato en su hogar.
Los ataques verbales son, tristemente, muy frecuentes.
Casi siete de cada diez chicos y chicas admiten haber insultado o
amenazado a sus padres. Las agresiones verbales son más habituales
contra las madres. Sin embargo, entre los ataques físicos no hay apenas
diferencias: los hijos pegan -bofetadas, puñetazos o golpes con objetos
contundentes- en la misma proporción a ambos progenitores, señala el
informe. Las jóvenes protagonizan más casos de ataques verbales, y entre
los muchachos hay un número mayor de sucesos de violencia física.
El estudio dirigido por la profesora Esther Calvete -que
acaba de recibir el premio de Investigación UD-Banco de Santander-,
trata de responder a una pregunta: ¿qué lleva a los menores a pegar a
sus padres? «El objetivo es poder buscar estrategias de prevención y
fijar los factores de riesgo», señala esta experta en psicología.
En la investigación participaron casi 1.500 adolescentes
de entre 14 y 18 años de colegios vascos, que ofrecieron testimonios
personales. Los datos fueron completados con los de menores acogidos en
programas especializados en violencia paterno-filial de la Diputación de
Bizkaia. Los técnicos que colaboraron en el proyecto se entrevistaron
también con parejas afectadas y que recibían tratamiento en la
asociación Euskarri de terapia familiar.
El trabajo confirma lo que ya apuntan las denuncias
recogidas por la Fiscalía vasca en los últimos años: «el incremento de
las agresiones de hijos a padres», apunta la docente. Sin embargo, su
investigación se centra en detectar las causas que llevan a un menor a
ejercer la violencia contra sus padres.
El equipo de Esther Calvete describe dos tipos de
familias en las que se crían estos pequeños maltratadores. «En esos
hogares el conflicto entre los padres es habitual. El menor puede haber
sido maltratado directamente por sus progenitores o haber sido testigo
de la violencia ejercida contra su madre. Cuando llegan a la
adolescencia ese niño imita esa conducta y la dirige contra sus padres»,
destaca.
Familias muy permisivas
Pero lo que más ha crecido en los últimos años son las
agresiones protagonizadas por adolescentes que han sido criados en un
ambiente de permisividad. «Los padres no saben poner límites a la
conducta de sus hijos. Los chavales han aprendido a conseguir todo lo
que quieren y no tienen tolerancia a las frustraciones habituales de la
vida», destaca el estudio. Algunas de las madres relataban que cuando
llegaban cansadas a casa no tenían fuerzas para discutir con sus hijos y
era más sencillo darles todo lo que pedían. Coincidían en la ausencia
de la figura paterna en la labor de educación.
En algún momento de su adolescencia, estos chavales 'de
riesgo' comienzan a relacionarse con otros menores con problemas de
alcohol y drogas e, incluso, que ya han cometido delitos. Y el desastre
se completa. El estudio ha revelado que no hay diferencias entre
familias de diferentes niveles socioeconómicos ni tampoco hay relación
con los estudios de los padres.
El equipo de la Universidad de Deusto realiza en la
actualidad un trabajo con 2.000 escolares de 14 años, en un proyecto
subvencionado por el Gobierno vasco y la Diputación de Bizkaia. Los
expertos harán un seguimiento de los adolescentes durante cuatro años
para tratar de detectar en qué momento y a partir de qué circunstancias
comienzan a surgir sus conductas violentas y poder así elaborar
estrategias preventivas. (FUENTE: EL CORREO).
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