La sociolingüista austriaca Inge Sichra vive en Cochabamba hace 26
años. Su llegada a esta ciudad en 1976 fue providencial. Lo más
importante de su vida estaba recién por suceder.
Relata que el momento
que pisó Cochabamba, aquel día de junio, la luz y una energía telúrica
de las montañas la cautivaron.
--Tuve la certeza de
que éste debía ser mi lugar de vida—cuenta Inge. --Se cumplió cuando ya
en el 86 vine a quedarme aquí, donde me esperaba mi compañero Pablo, y
empaparme de la fascinante fuerza y dinámica de lo quechua en el campo y
en la ciudad--.
Actualmente está a cargo del área
de lenguaje (sociolingüística) en el Proeib Andes, un programa del
posgrado de la Facultad de Humanidades de la Universidad San Simón para
profesionales indígenas de los países andinos y también de México que
persigue formar e investigar en educación intercultural bilingüe con una
maestría presencial de 2 años.
Ala pregunta de si
tiene algún proyecto personal que está impulsando? Respondió. “Desde que
nuestro hijo Santiago se fundió con los dioses del Tunari y sus
cóndores el 6 de junio de 2009, próximo a cumplir 21 años, mi proyecto
personal es aceptar la muerte en la vida, la vida de la muerte, cómo el
horror y lo inaceptable se vuelve capitulación y transformación. Quiero
seguir en la sanación escribiendo sobre ese pasado tan presente aún”.
La
sociolingüista austriaca Sichra se doctoró por la Universidad de Viena
sobre “La vitalidad del quechua en dos provincias en Cochabamba”. Hace
poco editó el Atlas Sociolinguístico en América Latina, de dos tomos,
una publicación de Unicef.
A continuación
conversamos sobre las lenguas indígenas de América Latina, la enorme
cantidad que hay en la región y lo que los estados hacen por mantenerlas
vivas.
Según el Atlas Sociolingüístico de
Pueblos Indígenas en América Latina, el que editaste y fue publicado en
2010, ¿cuántos pueblos indígenas existen en la región que tienen una
lengua propia que está viva?
Hemos
detectado con nombre, número y lugar de asentamiento 522 pueblos en los
21 países de la región latinoamericana. Estamos acostumbrados a escuchar
que se trata de pueblos minoritarios o “minorías étnicas”, así que no
dejaremos pasar la oportunidad para nombrar a los 5 pueblos con
poblaciones en números millonarios, en orden numérico descendente,
Quechua, Nahua, Aymara, Maya yucateco y Ki’che’; con poblaciones entre
500 mil y un millón, se encuentran 6 pueblos: Mapuche, Maya q’eqchi’,
Kaqchikel, Mam, Mixteco y Otomí.
En cuanto a las
lenguas indígenas registradas, hay en la región 420 lenguas en uso. 103
de ellas, un quinto de todas las lenguas indígenas habladas, son
transfronterizas, o sea, se extienden por encima de fronteras nacionales
(hay lenguas que se hablan hasta en 5 países). El Atlas da un marco de
referencia, no podemos a ciencia cierta decir cuántas lenguas aún se
hablan, uno por la dificultad de registrar a los hablantes –la histórica
discriminación de lo indígena ha provocado una autonegación e
invisibilización de la identidad y lenguas; y segundo, por la ambigüedad
de definición de una lengua por oposición a una variedad dialectal así
como la indefinición de cuándo muere una lengua. En el tema de lenguas
indígenas hay mucha dinamicidad y cambio, por decirlo menos, así que
establecer un número fijo de lenguas indígenas en Latinoamérica es una
ilusión, dadas las diversas perspectivas e ideologías que determinan tal
definición.
¿Cuál es la particularidad más destacable de estas lenguas?
En
África se reportan a actualmente cerca de dos mil lenguas, en Asia del
Sur alrededor de mil quinientas lenguas y Nueva Guinea alrededor de
mil. Lo que distingue a América Latina es la profusión de familias
lingüísticas y la notoria diversidad genética y tipológica de lenguas
que eso implica. Mientras que en los lugares mencionados hay entre 10 y
27 familias, para Latinoamérica registramos en el Atlas 99 familias
lingüísticas. La más extendida de todas es la familia Arawak, que se
extiende desde Centroamérica hasta la Amazonía en más de una decena de
países. Otra cosa interesante es que los 21 países latinoamericanos
–exceptuando los del Caribe- tienen presencia indígena, desde Brasil con
sus 241 pueblos hasta El Salvador con 3.
El
que el 20 por ciento de las etnias no hable su lengua, ¿qué significa
desde el punto de vista antropológico y etnolingüístico?
¿Qué tuvo que haber sucedido para que esté así?
En
cuanto a los pueblos castellano hablantes sin lengua indígena, la mayor
parte está concentrada en el área geocultural Andes. Es muy
significativo esto. Tiene que ver con el muy temprano contacto con los
colonizadores y una muy prolongada relación con los estados en esta
área. Este temprano desplazamiento de las lenguas indígenas por el
castellano se registra en los Andes Norte, concretamente en Colombia. El
área más propicia para el mantenimiento de las lenguas sigue siendo la
Amazonía y la Orinoquía, en gran medida protegidos de la colonización
hasta el siglo pasado.
¿Qué sucede con las lenguas cuando conviven varias culturas, unas más dominantes que otras? ¿Son asimiladas con el tiempo?
Un
fenómeno que vale la pena remarcar es que la pérdida de lenguas nativas
se da en un área donde, al mismo tiempo, se encuentran los dos pueblos
millonarios, quechuas y aymara. En realidad, el quechua ha tenido y
sigue teniendo un comportamiento bastante similar al castellano en
cuanto a desplazamiento de lenguas; es decir, muchos pueblos se han
quechuizado, es un proceso que se observa hasta la actualidad.
Por
otro lado, el paso al castellano tiene que ver también con una realidad
en los Andes Sur, especialmente en Argentina, donde hay un proceso de
etnogénesis en el cual pueblos que tienen memoria de su existencia
recuperan esa voz, la expresan y se identifican como pueblos aunque ya
hayan perdido su lengua. Entonces tenemos el surgimiento de pueblos
indígenas que solamente hablan castellano.
Los
pueblos indígenas portugués hablantes evidentemente se concentran en el
Brasil. Quiero resaltar aquí el hecho de que la mayoría de estos pueblos
que perdieron su lengua ancestral se ubican en el noreste de Brasil:
todos los pueblos del noreste de Brasil son monolingües portugués, otra
vez explicable por el inicial y persistente contacto desde los tiempos
de la conquista con los colonizadores.
Desde el
punto de vista antropológico, nos toca revisar el lugar de la lengua en
la identidad de un pueblo, puesto que aún sin lengua ancestral un pueblo
pervive con la conciencia de ser un colectivo cohesionado y a la vez
diferenciado de otros en base a otros elementos culturales, no
necesariamente la lengua, por ejemplo, el territorio, el mito de origen,
la religiosidad, la práctica espiritual, la práctica productiva, etc.
¿Qué
países en América Latina reconocen como lengua oficial a un idioma
nativo? Le parece que fueron reconocimientos líricos, sin una decisión
política que medie para apoyar a mantener vivas las lenguas?
Bolivia
es el único país que en el Art. 5 de la nueva constitución reconoce
como oficiales al castellano y a todos los idiomas de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos que según la lista allí incluida
resultan ser 36. La constitución ecuatoriana del 2008 establece al
castellano como el idioma oficial del Ecuador, con el añadido de que “el
castellano, el kichwa y el shuar son idiomas oficiales de relación
intercultural. Ecuador mismo y otros países como Colombia, Nicaragua
Perú, Venezuela reconoce en sus constituciones el uso oficial de lenguas
indígenas en las zonas donde habitan los pueblos o en sus territorios
“en los términos y casos que establezca la ley” . Paraguay oficializa en
su constitución al castellano y al guaraní y establece que “las lenguas
indígenas, así como las de las otras minorías forman parte del
patrimonio cultural de la Nación”. Quiere decir que en el Paraguay el
guaraní no es considerado lengua indígena. Otros países reconocen en sus
constituciones a las lenguas como patrimonios culturales que el Estado
deberá preservar y respetar (Guatemala, Honduras, Costa Rica) o a los
pueblos preexistentes (México, Argentina).
Entonces, en el caso boliviano se puede decir que es una decisión política que se queda en lo declarativo…
En
la medida en la cual a la declaración de oficialidad de la Constitución
no le sigue una Ley de lenguas y reglamentación correspondiente, se
puede decir de modo general que no hay decisión política para apoyar a
mantener vivas las lenguas. Pues la palabra sola “oficial”, si bien
conlleva una inmensa promesa, aún no genera acción, mucho menos
obligación y derecho de la sociedad al uso de las lenguas en
instituciones del Estado, administración, sistema judicial, legislación,
espacios públicos, medios de comunicación. Si bien el Art. 5, II de la
Nueva Constitución expresamente manda al Gobierno plurinacional y a los
gobiernos departamentales utilizar al menos dos idiomas oficiales, uno
de ellos el castellano, y el otro de predominio en su territorio y
población y a los demás gobiernos autónomos utilizar los idiomas
propios de su territorio y el castellano, no hay aún mayor concreción.
En las Asamblea Nacional y Departamental de Cochabamba, por citar el
caso, se sesiona únicamente en castellano. Contraviniendo con su
centralismo el carácter plurinacional del Estado, los órganos de
gobierno utilizan hoy tanto o más el castellano que antes. Empezando por
el Vicepresidente y las autoridades ministeriales, se hace caso omiso
al Art. 234 de la Constitución que exige hablar al menos dos idiomas
oficiales para acceder al desempeño de funciones públicas. No hay ley ni
reglamento al respecto de uso de lenguas.
Otro
ejemplo minúsculo de cómo solamente estamos a nivel de lirismo de la
Constitución a casi tres años de su dictación: si usted quiere poner un
necrológico en quechua en el periódico Los Tiempos, no lo va a poder
hacer porque no se lo aceptan. Fue el caso de la madre de una estudiante
nuestra, monolingüe quechua. Los argumentos fueron: nadie pone un
necrológico en quechua, no sabemos si está bien escrito. Si usted en
calidad de monolingüe quechua quiere hacer cualquier gestión en una
institución pública o privada sin traductor, no logrará su cometido. A
nivel institucional y también a nivel individual, no hay ni la
conciencia de la validez y funcionalidad del quechua ni hay la actitud
de reconocerle su estatus de lengua oficial.
Que la
declaración de oficialidad de 36 lenguas indígenas en la Constitución
sea sobre todo un reconocimiento político pero con alto sentido lírico
se demuestra en el hecho de que, de esa lista de lenguas, una nunca
existió (toromona), otra está practicamente extinta (guarasugwe), otra
es de uso ritual solamente (machajuyai-kallawaya), se incluyó una
variedad casi extinta de otra lengua que está en la lista
(mojeño-ignaciano, además de mojeño-trinitario), otra figura con el
nombre de la familia lingüística en vez de con su nombre de lengua
(zamuco, en vez de ayoreo) y una es una denominación alternativa de otra
lengua que también figura en la lista (puquina, además del
uru-chipaya). (FUENTE: LOS TIEMPOS, BOLIVIA).
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