El aeropuerto de Punta Cana sirve a la zona turística
del este de la República Dominicana: unas 40 compañías de vuelos
regulares o chárter utilizan su peculiar terminal en forma de cabaña de
madera sin puertas, grandes ventiladores y cubierta de cañizo; una
instalación que contrasta con pantallas de información, mostradores de
facturación y los inevitables controles de seguridad.
La mayor parte de los más de cuatro millones de pasajeros que pasan
cada año por Punta Cana llegan y salen en aviones comerciales, mientras
que un puñado, (en notable crecimiento) lo hace por la terminal VIP o el
FBO, dos discretos edificios al oeste de la gran terminal de pasajeros,
por donde llegan o salen del país los pasajeros que viajan en avión
privado. La habitual discreción y tranquilidad de esa zona apartada del
aeropuerto se vio alterada en los últimos días, cuando una operación a
gran escala interceptó 26 maletas que iban a ser cargadas en un Dassault
Falcon 50 de matrícula francesa (F-GXMC).
Dos
particularidades: las maletas llevaban 700 kilos de cocaína y el avión
era propiedad, ni más ni menos, que del óptico galo Alain Afflelou, una
cara muy conocida en su país y en España gracias a su continua presencia
en todas las campañas publicitarias en las que ofrece gafas a precios
muy económicos. Afflelou reaccionó enseguida tras conocer la noticia por
prensa para dejar claro que él no tenía nada que ver con la droga
incautada.
La fórmula del abanderamiento
A
pesar de que el trirreactor intercontinental es de su propiedad, el
empresario francés utiliza una formula muy común entre los poseedores de
estos jets ejecutivos: el abanderamiento. En este caso, el aparato lo
gestionaba Trans Helicòptere Service, compañía que curiosamente tiene su
página web en mantenimiento desde que se ha conocido el caso en el que
se han detenido a 35 personas, incluidos cuatro pilotos.
THS es una de las muchas compañías francesas que opera aeronaves para
terceros, como en España puede ser Gestair, TAG aviation o Executive
Airlines. Así, con la formula del abanderamiento, el propietario del
avión puede hacer que la cuenta de resultados por los costes de
explotación del mismo no sea tan abultada, ya que cuando no tenga
previsto utilizarlo, el aparato puede ser comercializado y alquilado a
terceros.
En aviación, sea comercial o de negocios,
todo son gastos: junto a la operación financiera elegida para la
adquisición de la aeronave, lo que más pesa son los gastos derivados,
esto es, lo que cuesta cada hora de vuelo. A ello hay que añadir unos
costes fijos que, se vuele o no, deben ser cubiertos, como son los
salarios de los tripulantes, los cursos iniciales y de refresco
(entrenamiento), los seguros, el mantenimiento periódico, las
suscripciones y boletines del fabricante. Otros gastos variables son el
combustible, tasas de sobrevuelo, aterrizaje y estancia, catering y
dietas.
Pocas son las empresas o particulares (en
España unos tres o cuatro) que asumen todo ello, por lo que confían a
terceros la gestión, que en algunos casos reduce sustancialmente el
coste de la aeronave para su propietario. Ese era el caso de Afflelou,
que, siempre según su versión, ignoraba dónde se encontraba su Falcon
50, que en principio habría alquilado alguien de una organización
dedicada al tráfico de drogas. THS guarda por el momento un escrupuloso
silencio sobre un aparato que curiosamente confirma aquella teoría de
los pocos grados de separación que existen entre las personas.
Veamos: el avión, construido por Dassault con número de serie 190, fue
entregado en 1989 a Segest, una sociedad filial de FIAT, que lo
registró con una matricula muy italiana: I-CAFE. Se convirtió en el
avión personal del legendario avvocato Giovanni
–Gianni– Agnelli, el poderoso presidente del grupo Fiat. Con el Falcon
viajó por todo el mundo solo, con su familia o colaboradores. El
fabricante italiano fue ampliando su flota con más y mejores aviones, y
este F50 fue vendido en 1996 a la portuguesa Heliavia, que lo situó en
Lisboa al servicio de empresas locales, aunque también del resto del
continente, ya que el mercado ejecutivo luso es bastante reducido.
Al cabo de 10 años regresó a manos de su constructor, Marcel Dassault
en Francia, donde estuvo durante 22 meses a la venta. Entre 2005 y 2007
fue el avión de empresa de la financiera Lixxbail, para finalmente pasar
a manos de una discreta sociedad, llamada Mascaralain, que según el
registro mercantil francés se dedica a servicios de informática, pero
cuyo propietario es Alain Afflelou.
La siempre
discreta aviación privada (en España hay una obsesión por no revelar
quién es el dueño de un jet privado) es también una fuente de sorpresas
con los registros de conveniencia de Bahamas, Bermudas, isla de Man o
Aruba, donde grandes corporaciones mundiales tienen registrados sus
aviones para ahorrar el pago de impuestos en sus propios países. (FUENTE: EL DIARIO.ES).
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