Corría el año 541 y la ciudad de Constantinopla era una
trampa mortal. Lo que había comenzado como un simple brote de una nueva
enfermedad se convirtió en una imparable epidemia que se cebaba
especialmente con los más jóvenes y fuertes. Su avance fue fulminante.
En cuestión de semanas la cifra de muertes pasó de 5.000 al día a
10.000. Ni aun entonces el emperador Justiniano renunció a recaudar
impuestos a sus súbditos y les hizo pagar incluso los de sus vecinos
muertos. Así lo relató el cronista de cabecera del emperador, conocido
como Procopio de Cesarea. Pero todo fue inútil. La llamada Plaga de
Justiniano fue el último clavo en el ataúd de lo que un día fue el
Imperio Romano y se expandió por todo el mundo matando a unos 40
millones de personas en una de las peores pandemias de la Historia.
Desde entonces la identidad del patógeno que causó tal
devastación ha sido un misterio. Nadie sabía si fue la peste y si ese
patógeno fue también el responsable de la peste negra que volvió a
azotar al mundo en la Edad Media. Tampoco se conocía su conexión con la
tercera gran plaga mundial, que estalló en el siglo XIX, ni si está
relacionado con el patógeno que, aún hoy, causa peste a miles de
personas. Ahora, casi 1.500 años después del desastre de Constantinopla,
un equipo de científicos ha conseguido reconstruir el genoma completo
del patógeno que desató aquella plaga y ha respondido las preguntas que
la humanidad llevaba haciéndose más de un milenio.
Los dientes de dos cadáveres en un cementerio de Alemania
han aportado la clave. De sus restos, que datan de las fechas
aproximadas de la plaga, se ha conseguido extraer pequeños fragmentos de
ADN de la Yersinia pestis, la bacteria de la peste. El
análisis ha permitido reconstruir el genoma completo del patógeno y su
análisis, publicado hoy en la revista The Lancet Infectious Diseases,
muestra que la plaga de Justiniano fue lo que los expertos llaman “un
callejón sin salida”. Esto quiere decir que, tras desatar el caos, el
patógeno murió y desapareció sin dejar rastro. Según el estudio, la
plaga la causó una variante de Yersinia pestis que no está emparentada con las de la gran peste negra medieval y su resurgimiento decimonónico.
El origen no era África
“Nuestro estudio proporciona nuevos datos sobre una de las
epidemias más devastadoras de la Historia y también sobre la forma en la
que se extienden las plagas”, resalta el equipo, liderado por Hendrik Poinar,
de la Universidad de McMaster, en Canadá, en un comunicado de prensa.
Hace dos años, Poinar fue el primero en obtener el genoma de la peste
negra, que mató a 30 millones de personas. Ahora ha batido un nuevo
récord: el patógeno de la plaga de Justiniano es el más antiguo del que
se ha obtenido el genoma completo.
Y aún así, lo más importante que deja este estudio son
inquietantes dudas: ¿cómo puede ser que un asesino tan exitoso
evolutivamente hablando desapareciera sin más? Esto aún es un misterio,
pero lo que sí señala el trabajo es que la posibilidad de una nueva
pandemia de peste en el siglo XXI es real. “Si la peste de Justiniano
pudo irrumpir en la población, causar una descomunal pandemia y después
morir, esto sugiere que podría pasar otra vez”, explica David Wagner,
investigador de la Universidad del Norte de Arizona y coautor del
estudio. “Afortunadamente”, dice, “ahora tenemos antibióticos que
podrían tratar la peste de forma efectiva, lo que reduciría las
posibilidades de una nueva pandemia”.
Lo que sí ha permitido el análisis de ADN antiguo es
demostrar que Procopio, el historiador, no siempre era fiable. En una de
sus crónicas de la peste describió su origen y expansión. “Empezó con
los egipcios de la ciudad de Pelusium. Se dividió y parte fue a
Alejandría y el resto de Egipto y otra parte fue a sus vecinos los
palestinos y, desde allí, recorrió toda la Tierra”. Al reconstruir el
genoma de la peste, Poinar puede aclarar de dónde surgió por primera vez
y cómo viajó desde allí. Su trabajo aclara que el origen de la plaga no
fue África, sino Asia. Desde allí se expandió a Europa siguiendo vías
comerciales como la ruta de la seda. En total, hubo tres oleadas que
convirtieron un pequeño brote localizado en una pandemia mundial que,
según Procopio, mató a 100 millones de personas y estuvo a punto de
“extinguir” al ser humano de la faz de la Tierra. Por eso es irónico que
fuera Justiniano el que le haya puesto nombre a la plaga, pues él
sobrevivió a ella. (FUENTE: ESMATERIA).
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