viernes, 12 de diciembre de 2014

Desarticulada banda organizada que comercializaba ropa falsificada a gran escala.

Disponían de un piso alquilado donde almacenaban toda la mercancía, que luego distribuían a otras provincias de España y a través de la venta ambulante en los distintos municipios de la provincia de Málaga. Tenían ropa interior, polos, chaquetas, pañuelos, camisetas, jerséis, camisas, sudaderas, equipación de varios equipos de fútbol, zapatillas deportivas y complementos como bolsos, monederos, relojes y bolígrafos. Artículos de primeras marcas de hasta un total de 62 marcas comerciales diferentes. 

La Guardia Civil ha detienido un grupo organizado -ocho personas de nacionalidad senegalesa- dedicado a la comercialización de artículos de marcas falsificadas a gran escala y a través de la venta ambulante. Durante la Operación se han aprehendido 20.500 prendas de vestir y complementos falsificados y más de 16.000€ en efectivo. El dinero obtenido de la venta de estos artículos era enviado a Senegal en pequeñas cantidades a través de empresas de envío de dinero.

La operación, Mochilero 2014, se inició el pasado mes de agosto y en una primera fase fueron identificadas y detenidas los ocho integrantes del Grupo como supuestos autores de un delito contra la propiedad industrial y blanqueo de capitales. Dicho grupo estaba formado por el cabecilla y el resto de miembros que se dedicaban a la venta ambulante de los artículos falsificados que portaban en una mochila de gran tamaño.
Según los datos obtenidos durante la investigación se pudo comprobar que los detenidos compraban la mercancía falsificada en distintos países (Portugal, Turquía…), las cuales recibían a través de empresas de transporte en pequeñas cantidades, al objeto de eludir los controles de aduanas y policiales.

Asimismo, en el estudio de la documentación incautada se ha podido comprobar que el supuesto cabecilla del Grupo, en los últimos años, había obtenido ingresos bancarios superiores a 130.000 €, los cuales posteriormente había enviado a su país, Senegal, a través de pequeñas cantidades mediante empresas de Envío de Dinero.

Se han practicado 3 registros domiciliarios en la localidad de Mijas, todos ellos se encontraban en el mismo edificio, siendo uno de ellos el domicilio del cabecilla, en otro residían varios miembros del Grupo y el tercero era utilizado como almacén. El primero de ellos se realizó en el piso utilizado para almacenar la mercancía recibida, dónde fueron aprehendidas 20.500 prendas de vestir, siendo principalmente ropa interior, polos, chaquetas, pañuelos, etc. En los 2 siguientes registros, también en la localidad de Mijas, se intervino más de 16.000 € en efectivo, perteneciente al cabecilla de la organización, numerosa documentación material informático y teléfonos móviles. (FUENTE. DIARIO SUR).

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Emoticonos en sellos de correos



Hasta hace poco tiempo los emoticonos, esos dibujos que tratan de expresar emociones, eran patrimonio exclusivo de internet y de las redes sociales, donde tan profusamente están siendo utilizados bien como refuerzo psicológico del texto o incluso como único componente del mismo.

La fotografía que acompaña a estas letras corresponde a un sello de correos de España en el que se puede apreciar un emoticono, por lo que cabe concluir que estos elementos gráficos comienzan a conquistar también el sistema postal tradicional.

Creo que los emoticonos son un nuevo lenguaje y que como tal está en plena fase de expansión una vez consolidado en nuestros mensajes escritos.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Policía infiltrado entre los Ultra Sur durante dos años.

Se hace llamar David Madrid, es policía nacional y uno de esos valientes que arriesgan su vida por obtener información de un grupo radical siendo uno de ellos. No debe de resultar sencillo fingir durante dos años ser un neonazi de los Ultras Sur con el permanente temor a ser descubierto, dedicar 24 horas al día a hacer ese papel y asumir que pasarás el resto de tu existencia aprendiendo a convivir con la certeza de que aquellos «compañeros» a los que engañaste sueñan con cruzarse contigo por haberles traicionado.

David recalca que, en realidad, lo más difícil fue acceder a ellos. Diseñar al milímetro el plan, su coartada, cómo entrar, a través de quién, buscar el momento, andar con pies de plomo hasta ganarse su confianza y, sobre todo, no tener prisas en «caerles bien». Fue hace más de diez años y con «el atrevimiento que te da la juventud». No era exactamente un recién salido de Ávila, pero casi. «Mi jefe me lo propuso y lo único que pedí es que confiaran en mí, contar con un equipo y una cobertura. Cuando estás solo, necesitas hablar con alguien, saber cómo hacerlo, sentir que están contigo». Cree que confiaron en él porque daba «el perfil». «Me he criado en la calle, en un barrio cualquiera y la perspicacia, los instintos, se te agudizan. Supongo que fue eso», reflexiona en el reservado de un bar. ¿El objetivo? Saber quiénes son, dónde van, cómo piensan: «Poner nombres a caras».

«Estuvimos seis meses preparándolo y dos años dentro. En ese tiempo te tienes que creer tu papel. Te va la vida en ello, literalmente», admite. Durante ese tiempo de preparación casi tuvo que hacer un máster en radicalismo nazi. «Cómo piensan, qué les gusta...Vas entrando en el ambiente y para ello hay que estudiar mucho». Fueron meses de encierro y estudio sin descanso para aprenderse letras de canciones de R.A.C (Rock Against Communism o Rock Anti Comunista) que encabezan grupos como Batallón de Castigo o Estirpe Imperial, libros de cabecera del nacionalsocialismo, conocer las marcas de ropa que les identifica, cómo atarse las botas, diferenciar distinta simbología fascista.... Todo hace apología de la violencia extrema contra los «rojos» o «guarros», los inmigrantes, los homosexuales, la Policía e incluso los periodistas. «Aunque no lo parezca, muchos son gente culta, hay muchos licenciados en Derecho. Tienen bufetes especializados en la defensa de los grupos ultras para el recurso de las actas que les levantan por meter en el estadio bengalas, navajas... Tienen la infraestructura. Hasta huchas para pagar abogados. No son cuatro amigos, hay mucho más detrás», insiste. A un grupo tan cerrado y peligroso como los Ultras Sur no puedes llegar y decirles: «Hola, quiero ir con vosotros». Alguien te tiene que presentar: «Después de una investigación, nos decidimos por alguien que podía ser accesible y tiramos por esa vía».

Fue en la universidad. David se «matriculó» en Derecho para ser compañero de clase de uno de los integrantes de este grupo ultra. En realidad no era un alumno ni había pagado su matrícula, pero nadie sabía eso. En la universidad tenían otro rol. Ambos fingían: David era policía y esta persona, un violento fascista que descargaba sus odios desde el Fondo Sur del Bernabéu. «Por la calle, en su vida “normal”, no van estéticos, a no ser que vayan a un concierto, a una manifestación o al fútbol. Te sorprenderías», advierte. Comenzaron a ser compañeros y él, poco a poco, fue haciendo ver que su mundo era parecido al suyo, que compartían formas de pensar. «Un día él desliza un comentario; otro, una mirada cómplice». Comienzan las preguntas, él se interesa por su vida y David responde con cuidado. «Me inventé pocas cosas. Cuanto menos mientas, mejor. Nunca dejas de pensar que puede verte tu vecina y llamarte por tu nombre o preguntarte por tu hermana. Seguí viviendo en el mismo sitio. Casi nadie sabía que era policía y no tuve ese temor».

La amistad se va forjando hasta que un día su compañero de clase le propone ir al fútbol. Bingo. Ya tenía «padrino». «Nunca llegas a decir: “Ya estoy dentro”. Sólo piensas: ‘‘Ya puedo ir con ellos’’». Son grupos muy cerrados, «que se conocen mucho y tienen mucho que callar unos de otros». Son gente con menos antecedentes policiales que delitos.

De aquel primer partido David recuerda pocas cosas. Pero sí sensaciones. «¿Qué sentí?: ojos». Todos le hicieron la ficha. «Me sometieron al mayor escrutinio que jamás me han hecho: quién es éste, de dónde viene, quién responde por él... Mi padrino era alguien muy respetado». La perfecta y recurrente coartada era la misma: «Yo no lo he propuesto. Me lo han propuesto». Que se te noten las ganas por conocer y participar podía «cantar».

«Para no mostrarme nervioso tenía que creerme mi papel. Eso, y saber que tienes un teléfono móvil que te está mirando, porque no sólo notaba los ojos de los malos, también de los compañeros que están cerca». Esa cobertura no siempre estaba al lado. Las reuniones clandestinas para preparar manifestaciones, celebraciones del 20-N en el Valle de los Caídos, conciertos... «Estaban a cinco minutos». Dice que el miedo te mantiene en alerta, pero que la tentación de echar mano de ese móvil de «emergencia» la tuvo varias veces. «Siempre tienes la sensación de que te han descubierto. Siempre tienes la sensación de que vas a tener que echar mano del móvil, sobre todo cuando se calienta el ambiente. Teníamos muy claro nuestro límite, hasta dónde podíamos llegar y no merecía la pena ver violencia».

Y es que una cosa es ir con ellos y otra «ir de cacería». Para esto, tiene que pasar más tiempo. «Cuando hay alguien nuevo no lo van a hacer. Y salir de caza no es ir a buscar a los del equipo contrario, sino al que piensa diferente. No es una rivalidad futbolística, es ideológica. Sólo tiene que ser un “guarro”», que es como denominan los neonazis a los individuos de extrema izquierda. Sin embargo, sí sabía cuándo iban de caza y por dónde; con eso valía.

Aunque no se veían todos los fines de semana (cuando había partido, siempre), comenzó a hacer otros planes con ellos. «Lo que hace cualquier joven: quedar para beber y ligar en garitos de su estilo con chicas de ese rollo». Beben muchísimo. Las drogas están peor vistas en el mundo neonazi, eso es de «guarros».

Siempre tuvo claro que «sólo» era trabajo, pero cuando David se planteó seriamente qué hacía allí con esa gente fue en un concierto de Batallón de Castigo y otros grupos del estilo. «Me vi cantando esas letras, estaba solo y en un sitio apartado de Madrid... Pensé: ‘‘Si ahora me ve aquí uno de la academia o entra un grupo de guarros, no salgo vivo”. Y siempre tienes la duda de si tus “amigos” te creen o no». Hubiera sido una ocasión perfecta para preparar una emboscada a David y cargárselo. «Esos días viví el pleno apogeo de la exaltación de la ideología, a ver quién pegaba más y mejor, exhibición de tatuajes...».

A lo largo de esos meses, gracias al trabajo de David, muchos Ultras fueron «casualmente» filiados por la calle (un agente les solicitó el DNI) y se recolectó muchísima y valiosa información que aún a día de hoy es casi «la Biblia» para los agentes de la Brigada de Información. David es reacio a explicar cuándo y por qué se decide dar por terminado el trabajo «desde dentro». Se deducen motivos: no parece que su trabajo estuviera ni reconocido ni remunerado. En algún momento sintió que le habían dejado «tirado» y llegó un día en el que se dio cuenta de que aquello no le compensaba. Aun así, volvería a infiltrarse, «aunque con mis condiciones».

Pero ¿cómo se sale de un grupo así? «Simplemente, dejas de ir. A clase, al fútbol... Tu “padrino” te llama, te escribe.... pero no lo coges». Esa persona que le introdujo probablemente estuvo en peligro ante el resto del grupo. Se la habían «colado». Lo más llamativo de todo es que David les ha vuelto a ver las caras en la Brigada de Información. «Yo les he detenido y me han visto». Una provocación que podría haberle traído consecuencias. «Ellos saben muy poco de mí. Yo de ellos, mucho».

David ahora es formador sobre grupos urbanos violentos del Sindicato Unificado de Policía (SUP) e insiste en la importancia de educar en valores para erradicar a estos grupos. «No es sólo el deporte, hay cinco escenarios: fútbol, conciertos, manifestaciones, gimnasios y todo unido por internet. El fútbol les importa muy poco». Buscan un sentimiento de pertenencia. «Mola mucho y engancha. Cuando entras a un bar y la gente se calla. Y cuando entra el tonto y le dices “calla imbécil” y todos te respetan. El ser humano es así, somos gregarios. Fuera de ese rol, no sienten eso. Tienen familia, hijos... Pero le dan un beso a su hijo y se piran a ser ultra de fin de semana y a cantar: “Ey, negro, vuelve a la selva, Europa es blanca y no es tu tierra”». (FUENTE: LA RAZÓN).

jueves, 4 de diciembre de 2014

La víctima tenía grabadas las amenazas de los dos detenidos por su muerte.

Hubo un tiempo en que las únicas dos familias que habitaban la remota y desmoronada aldea ourensana de Santoalla compartían la matanza del cerdo con la llegada del frío. Los recién llegados, hace 17 años, eran un matrimonio holandés que soñaba una vida de aguas limpias, aire puro y ganadería ecológica, lejos de Ámsterdam. Y aprendieron la tradición de los nativos, de la única familia que quedaba en el pueblo después de la estampida emigrante que dejó medio centenar de casas vacías. Pero la armonía no duró demasiado. Los extranjeros descubrieron que tenían derechos sobre el monte comunal y lo reclamaron en los juzgados.

Así que la guerra se desató en este paraje montañoso, bello y desolado del municipio de Petín. Y el vecino holandés, Martin Albert Verfondern, empezó a registrar en vídeos y fotos todos los choques violentos que se sucedían en Santoalla. Hace casi cuatro años, el 19 de enero de 2010, a punto de cumplir los 53, lo mataron. Escondieron su coche y su cadáver en un monte a 12 kilómetros en línea recta. Los restos, roídos por las alimañas, aparecieron el pasado mes de junio. En el disco duro del holandés también quedaron grabadas varias amenazas que ahora, a la luz de los acontecimientos que se han precipitado esta semana, cobran un cariz siniestro. 

Una juez de O Barco de Valdeorras decretó prisión provisional por presunto homicidio para Juan Carlos Rodríguez González, el vecino discapacitado psíquico que, en una de las grabaciones que Verfondern hizo llegar a EL PAÍS cuatro meses antes de desaparecer, dice que va a por él: “Voy a por ti. Que estás muy gordo ya para matarte”. Rodríguez fue detenido el sábado pasado y confesó ante la Guardia Civil el domingo. Eso de “voy a por ti” era la respuesta, rifle al hombro, del miembro del clan local a una pregunta formulada por el holandés: “¿Vas por el jabalí?”. En aquel momento la contestación podía parecer una broma, un juego de palabras en referencia a los animales que mataban, pero Verfondern no lo veía así. Intuía su final. Y en aquellos meses viajó a su país para contratar un seguro de vida. Y pidió a su esposa, Margo Pool, que si moría no lo repatriase: “Cuando me muera me pones en la tierra con un letrero que diga ‘Aquí crece Martin, el holandés de Petín”.

El labrador extranjero creó su propia teoría sobre aquella “peligrosa” convivencia: lo llamaba “terrorismo rural”. No salía jamás de su casa —situada en el extremo opuesto del pueblo a la de sus enemigos— sin una cámara o el teléfono móvil presto a disparar. Así, a lo largo de sus últimos años, sobre todo desde febrero de 2009 hasta que se esfumó sin dejar rastro aparente en 2010, fue haciendo acopio de un archivo gráfico que en parte fue a parar al juzgado y en parte a algunos medios de comunicación. En la recopilación que facilitó a este periódico en septiembre de 2009 constan fotografías de las personas que, según comentaba entonces, podrían acabar siendo sus verdugos. También hay imágenes de animales enfermos, agonizantes o muertos. Y otros ya en cadáver descarnado, abandonados en el cauce del otrora riachuelo cristalino junto a un cúmulo de inmundicia, electrodomésticos rotos y un coche oxidado. Empeñado en llevar a cabo su proyecto vital en medio de una naturaleza casi virgen, Verfondern clamaba contra el atraso de la aldea y denunciaba que sus vecinos se lo hacían “imposible” practicando el “maltrato animal” y tirando basura al río.
 
Después de llegar hasta Argentina buscando un lugar “libre de energía nuclear”, Verfondern y Pool compraron una casa en Santoalla hace ahora 17 años. Al principio comían en la mesa de los Rodríguez, compartían aperos, usaban su agua caliente y su teléfono. Pero la disputa por los montes comunales, casi 500 hectáreas de pinar con mucha madera que vender, despertó el odio mutuo. El alcalde de Petín, Miguel Bautista, comentaba poco antes de la desaparición de Verfondern que para colmo habían pasado por el pueblo “las eólicas” y les habían “calentado la cabeza a todos”, con la promesa de 6.000 euros por cada uno de los 25 molinos que querían instalar. “Espero que la sangre no llegue al río”, concluía sin saber lo que se avecinaba.

Juan Carlos Rodríguez, de 47 años, y su hermano Julio, de 51, fueron arrestados el fin de semana pasado. El primero en confesar fue el menor, con una minusvalía del 70%. El mayor se resistió, pero el lunes admitió su colaboración. La juez le prohíbe acercarse a Santoalla y a la viuda de Verfondern. Reconocieron que el extranjero murió de un disparo, y la Guardia Civil halló en un registro la pistola que los agentes suponen el arma homicida. Además de la muerte que se le imputa al primero, el instituto armado también habla de un posible delito de tenencia ilícita de armas. No obstante, los Rodríguez eran cazadores y usaban escopetas.

Verfondern grabó también sabotajes a sus cosechas; la muerte lenta de una oveja abandonada a su suerte; o el supuesto garrotazo del patriarca del clan, ofendido por su continuo trasiego cámara en ristre. Y mandó instantáneas del golpe que recibió en la nuca “con el mango de un hacha” y del dedo que, según denunció en el juzgado, le rompió a palos el octogenario padre de Carlos y Julio. “Ya me han atacado con el hacha, con palos, con hoces...”, resumía, “y cualquier día Carlos me dispara: tiene el cerebro de un niño de 10 años. Cuando se pone nervioso grita ‘¡voy a coger el rifle!”. 

La larga búsqueda:
  • Martin Verfondern desapareció el 19 de enero de 2010. Bajó a los pueblos grandes, O Barco y A Rúa, a comprar comida y enviar correos en un cibercafé. Al regresar a la aldea se topó con la persona que lo mató.
  • Su cuerpo fue trasladado por pistas de montaña dentro de su propio coche, un aparatoso Chevrolet Blazer, y abandonado en un pinar del municipio vecino de A Veiga, a 12 kilómetros en línea recta.
  • Los vecinos siempre fueron sospechosos, pero no hubo ninguna prueba material contra ellos hasta que el 18 de junio pasado un helicóptero vislumbró el coche entre los árboles.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/12/01/galicia/1417467926_616260.html
 
(FUENTE: EL PAÍS).