martes, 15 de septiembre de 2015

Entre lechuga y lechuga, col: La migración desde Siria hacia Europa y el terrorismo yihadista.

 









El refrán español "Entre col y col, lechuga" que más de una vez hemos empleado, alude al hecho de que, en ocasiones, nos sucede alguna cosa buena en medio de muchas desgracias, asimilando que la tierna y jugosa lechuga destaca entre las coles, más duras e insípidas.

Desde hace unas semanas estamos viendo cómo un ingente número de personas intentan entrar en Europa huyendo de Siria, su país, ahora en manos del Estado Islámico y el terrorismo yihadista. Los gobiernos occidentales deben solventar este problema humanitario hilando muy fino, pues al deber de atención y asilo de esas víctimas inocentes se opone el de controlar de modo efectivo la entrada de terroristas camuflados entre ellos.

Algunas voces del Partido Popular (el último Javier Maroto, exalcalde de Vitoria-Gasteiz y actual Vicesecretario Sectorial), ya han manifestado públicamente su desacuerdo con el "todo vale" políticamente correcto, aunque horas después matizó sus palabras para incidir en que "la solidaridad en Europa es un valor. Vamos todos a una", probablemente después de recibir el correspondiente tirón de orejas desde la sede de la calle Génova.

En nuestro país no existen términos medios: o estás conmigo o estás contra mí. Esta visión extremista de las cosas nos lleva a pensar que no existen matices con lo que un problema aireado por los medios de comunicación, no nos deja ver otros que permanecen a su sombra y que en mi opinión son más peligrosos. Aún así hay hechos que se escapan al control mediático gracias a las redes sociales, enfrascado en transmitir exclusivamente una imagen altruista de Europa. 

Por ejemplo, no se entiende que unas personas cansadas y hambrientas después de recorrer muchos kilómetros y haber sufrido grandes calamidades durante su periplo, pueden rechazar de forma violenta hasta el punto de arrojarlos al suelo, los paquetes de comida ofrecidos por la policía y el ejército porque los productos no eran "halal" (carne de animal sacrificado según el rito musulmán). Es admisible una observación razonable sobre este hecho porque ya sabemos que los preceptos religiosos son de obligado cumplimiento para los muslimes, pero esta respuesta violenta parece orquestada por alguna persona o grupo dominante entre los desplazados, quién sabe si para deteriorar la imagen pública de los cuerpos policiales ya de por sí bastante desgastada por otras imágenes de la masiva migración.

Si nos ponemos en la situación de un terrorista yihadista que quiere extender su misión en Europa y sabe que los controles fronterizos hacen casi imposible su entrada en territorio europeo (digo "casi" porque responsables policiales ya han manifestado la dificultad de discernir entre un árabe pacífico y un terrorista), el movimiento de refugiados se antoja como una solución perfecta para traspasar fronteras sin ser descubierto. Por lo tanto, nuestros políticos deben olvidarse de transmitir únicamente mensajes solidarios, advirtiendo a la ciudadanía de este riesgo sin que ello suponga que renuncian o dan la espalda al deber de asilo que merece la gran mauyoría de expatriados.

Y es que volviendo al refrán que me he permitido trastocar en el título, entre las lechugas (desgraciados seres humanos obligados a huir de su país) nos encontramos con las duras coles yihadistas.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario