Una cabeza momificada comprada por tres
francos y conservada en una caja de madera durante casi todo el siglo XX
ha permitido la reconstrucción y digitalización del cráneo del primer
Borbón rey de Francia, que también lo fue de la Baja Navarra. El
resultado es de tan nítida apariencia que parece una fotografía actual
de gran resolución. Sin embargo, detrás de esta imagen hay un complejo
proceso de reconstrucción y análisis, incluso genéticos, para determinar
tanto los detalles del rostro como el propietario de la cabeza, lo que
ya ha generado algunos detractores.
Imagen final de la reconstrucción del rostro de Enrique IV de Francia y III de Navarra.
La cabeza se atribuía al rey francés Enrique IV y así lo
confirmó una investigación internacional en la que participó el CSIC
tras comparar material genético de la cabeza con una muestra de sangre
del decapitado rey Luis XVI. Esto es fácil si se tiene una muestra de
sangre, pero la ejecución de Luis XVI tuvo lugar en 1793. Cosas de la
historia o de la casualidad, un testigo de la muerte del monarca galo
guardó un pañuelo con la sangre de éste en el interior de una calabaza y
lo hizo escribir en la decoración exterior de la misma.
El ADN de la sangre del pañuelo y el de la cabeza
momificada «pertenecen a la misma línea de descendencia paterna y
mantienen una distancia de siete generaciones», señaló el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El análisis sirvió
además para confirmar la autenticidad de las dos reliquias. Según el
estudio, la genética de ambos monarcas contiene un cromosoma muy raro en
las poblaciones actuales y todos los miembros varones de la Casa
Borbón, incluidos Juan Carlos I y el Príncipe Felipe, deberían tener el
mismo, según explica el CSIC.
Reconstrucción detallada
Una vez que la cabeza tenía nombre y apellidos quedaba el
minucioso proceso de reconstrucción facial. Los primeros trabajos para
precisar el rostro del primer Borbón rey de Francia, asesinado en una
callejuela de París en mayo de 1610, fueron realizados por el equipo de
investigación de la Universidad Médica de la capital francesa. Después,
el experto Phillipe Froesch, desde su estudio de Barcelona, reconstruyó
la cara con la ayuda de 700 imágenes en blanco y negro de la calavera.
Sin olvidar el detalle de que apenas le quedaban dientes cuando murió
con 56 años a manos de un fundamentalista católico.
Fases de la reconstrucción de la cara de Enrique IV.
Tras definir el tono de la piel, el color de los ojos, el
cabello y las arrugas se asignaron otros detalles como las cejas, la
pilosidad facial o el sombreado para dar una apariencia natural,
teniendo en cuenta el deterioro de los últimos meses de su vida, todo,
según los informes científicos forenses. El resultado se acerca bastante
a la iconografía conocida de Enrique IV, pero con la calidad de una
imagen de alta resolución.
Para calcular el tamaño de la nariz el experto utilizó
técnicas que usa la unidad antiterrorista del FBI. Froesch admitió que
el rey parecía mayor de 56 años, edad a la que murió. Entendible si se
tienen en cuenta los "excesos y la lamentable higiene". Enrique IV fue
descrito como la "encarnación de la identidad nacional francesa", famoso
por ser un amante incansable -quien llegó a declarar que "hasta los 40
pensé que era un hueso"- y de él se decía que apestaba a ajo, pies y
sudor.
El rey sin cabeza
El cadáver de Enrique VI, tras su muerte y momificación en
1610, fue enterrado en la basílica de Saint-Denis, junto al de otros
monarcas franceses. Sin embargo, en 1793, durante la Revolución
francesa, los cuerpos fueron extraídos de sus tumbas y enterrados en una
fosa común fuera del edificio. No corrió la misma suerte la momia de
Enrique IV que estuvo expuesta durante varios días al público y sufrió
todo tipo de mutilaciones, entre ellas la de la cabeza.
En 1817 devolvieron a su lugar original los cadáveres, pero
a tres les faltaban sus respectivas cabezas, entre ellos el de Enrique
IV. El cráneo estuvo en paradero desconocido durante más de un siglo,
hasta que en 1919 un anticuario lo compró por 3 francos en una subasta.
No consiguió su venta a pesar de que pregonaba su procedencia real y, a
su muerte, la hermana del anticuario custodió la reliquia hasta que se
la vendió en 1955 por 5.000 francos a un particular que la mantuvo
oculta en su casa durante 55 años. La presión de unos periodistas hizo
que en 2010 el jubilado confesara que poseía la cabeza y que la cediera
para la posterior investigación científica que demostró que el cráneo
era el de Enrique IV. Ante la evidencia, el jubilado pidió que la cabeza
fuera entregada a Luis Alfonso de Borbón Martínez-Bordiú, descendiente
directo y jefe de la casa borbónica, además de pretendiente al trono
francés como Luis XX.
Luis Alfonso, primo segundo del Príncipe Felipe, posee la
custodia de la cabeza momificada -que la considera "un patrimonio
familiar pero sobre todo patrimonio nacional" francés-, para la que ya
ha solicitado que sea enterrada en la necrópolis de la basílica de
Saint-Denis, como el resto de reyes franceses, "en las condiciones más
dignas posibles". Además, considera que "sería la ocasión de restituir
los demás restos" de su antepasado que están dispersos en museos, como
el pulgar de la mano izquierda, que está en el museo Pontoise, y otras
partes que están en posesión de coleccionistas privados y en el osario
de la cripta de Saint-Denis. (FUENTE: EL CORREO).
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